miércoles, 13 de enero de 2010

UNA EXTRATERRESTRE CONVERTIDA EN LA VOZ DE MI CONCIENCIA


María ha llamado a la puerta más pronto de lo normal. Cada mañana cuando baja por la escalera, al llegar a mi rellano, toca el timbre. Da tres pulsaciones para que sepa que es ella, pero quiere que, sin abrir la puerta, le pregunte quien es, luego se cuela dentro de casa. Esta costumbre, que no sé porqué motivo se ha instalado en las rutinas de Maria antes de ir a coger el autocar que la llevará al colegio, a su abuela le saca de quicio. A mí me hace gracia.
María es como la pequeña “Miss Sunshine”, una bolita extraterrestre, vestida de vaquero que calza unas gafas de culo de botella disimulado y es más lista que el hambre.
En las últimas semanas, ha variado su discurso. Como ya lee estupendamente, ahora se merienda, junto al "bollycao", unos libros sesudísimos para su edad. Así que por las mañanas me suelta un rollo distinto en función de lo leido. Me pregunto que le darán de desayunar a esta niña, oídas las cosas que dice tan temprano.
Sorpresa. Como es habitual, ha llamado a la puerta, con su clave secreta y cuando, siguiendo el ritual, he preguntado ¿Quién es? María, que tiene cinco años, va y me contesta:
- Soy la voz de tu conciencia.
Si me pinchan en ese momento, no me encuentran ni una gota de sangre.
He abierto la puerta con cuidado, incluso pensando que alguien ha suplantado a la pequeña extraterrestre. Esta mañana, contrariamente a lo que hace siempre, no ha entrado a saludar a la gata, ni ha soltado la mano de su abuela. La miro con cara de pasmo, mientras Maruja, la abuela, me mira a mí con cara de estupefacción y de no saber donde meterse.
María que además de ser extraterrestre, carece de vellosidad en la lengua, me reta con un:
- ¿Tu ya eras mayor, verdad?
- Sí, María.
- ¿Eres de mediana edad?
- Depende María de lo que tu creas que es mediana edad.
- Pero, ¿tienes un trabajo serio?
- Un poco María, ya lo sabes.
Y mientras me mira los pies, me dice:
- Entonces, ¿Por qué te pones calcetines fucsias?
Me ha dejado con la boca abierta.
Ha comenzado a caminar, tirando de su abuela. A medio pasillo se ha girado y me ha espetado:
- Tu estás fatal, debes ir a ver a un profesional.
Así que, ahora mismo, estoy con las "páginas amarillas "encima de la mesa, buscando el teléfono de “ese profesional” que según María me puede ayudar.
Mañana atranco la puerta.


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