martes, 20 de julio de 2010

DEL ABORTO Y ESAS COSAS



Abortar (Del lat. abortāre). Dicho de una hembra: Interrumpir, de forma natural o provocada, el desarrollo del feto durante el embarazo.
En muchas ocasiones he dicho que recurrir al diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, ayuda a solventar algunas dudas. Ahora que ya disponemos de la definición de lo que es el aborto, creo que ha llegado el momento de entrar en temas más espinosos que, a buen seguro, me va a granjear más de un conflicto.
Cuando nos posicionamos frente al tema del aborto debemos hacerlo desde un punto de vista científico-anatómico o moral, pero no, desde luego, desde un punto de vista jurídico. Hacerlo desde ahí sería un error de bulto. Lo legal, en este caso y en otros muchos, tiene poco que ver con el origen y desarrollo del hecho incluso del concepto. Será legal lo que el legislador quiera que lo sea, con independencia que lo legislado sea moral, amoral o inmoral. Las leyes son la que son, y proyectan, en parte, la conciencia social de un grupo que, en virtud de unas mayorías establecidas, prevalece sobre el resto. Ni más, ni menos. Las leyes no son la panacea ni el reflejo de verdades absolutas.
El tema del aborto es espinoso. En él se han mezclado, desde tiempos inmemoriales, las churras con las merinas. Como en esta época no podía ser menos, actualmente continuamos haciéndolo de manera que, quien se posiciona a favor de posturas que abogan por la libre interrupción voluntaria del embarazo es un progresista, quien se posiciona ante posturas negativas o restrictivas es tachado de retrógrado. No puedo estar más en desacuerdo.
En los últimos tiempos, como consecuencia de lo que ahora decía, se ha abierto un debate absolutamente absurdo que tiende a eliminar la realidad de la base del aborto, la  existencia de una vida humana en formación. Imagino que la finalidad es facilitar un discurso en el que el ciudadano se plante ante el aborto sin planteamientos ni morales, ni filosóficos. 
Si un embrión o un feto no es vida humana (esto lo ha dicho la propia Ministra de Igualdad), no existe conflicto moral alguno. Abortar sería lo mismo que someterse a una operación de amigdalitis, suprimimos algo que molesta y provoca problemas. Pero todos sabemos que no es así, una operación de amigdalitis, sustancialmente más molesta (desde el punto de vista físico) que un aborto, no nos provoca absolutamente nada. Por el contrario, hasta la mujer más convencida, cuando aborta, se realiza planteamientos sobre si misma y sobre “eso” que aborta.
Abortar, lo queramos o no, es poner fin a un proyecto de vida. Eso lo sabemos todos. Cuestión distinta es hasta que punto estamos dispuestos a que este poner fin sea una cuestión amplia o restringida. Por eso el debate, en su inicio, no debe perder de vista esta cuestión, que es lo que en ocasiones hacemos cuando manipulamos el lenguaje para que todo sea más aséptico. Y es que las cosas son lo que son.
Optar por una legislación abierta en materia de aborto, no debe hacernos perder de vista que estamos ante un mal remedio social al que no debería llegarse. Nadie puede estar a favor del aborto, decir lo contrario me parece una solemne barbaridad. Distinto es que regulemos la existencia de una práctica que existe y por la que algunas mujeres optarán a lo largo de su vida. Y eso mismo no debe cegarnos en el hecho de ser consciente de lo que existe detrás que cada interrupción voluntaria del embarazo y de las consecuencias que el mismo puede llegar a tener, tanto físicas como psicológicas. No negaré la necesidad de que se ponga en orden este tema, pero lo que yo, en mi fuero interno, no estoy dispuesta es a que me vendan una moto.
Reflexionen, piensen y luego colóquense donde ustedes quieran y no donde los demás les coloquen.

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