Se dice que las personas tenemos poca memoria. Debe ser así. Hace unos quince años, por estas fechas, Europa, el mundo, tuvo motivos más que suficientes para, de nuevo, avergonzarse por el comportamiento de los que directamente cometieron el mayor genocidio tras la Segunda Guerra Mundial y la pasividad del resto que con su mirar a otro lado permitieron que se produjera, casi con total impunidad, una limpieza étnica. El genocidio de Srebrenica.
En la Guerra de los Balcanes (a no mucho más de dos horas de avión desde España), las Naciones Unidas habían declarado zona segura la región de Srebrenica. Cuatrocientos cascos azules (da igual la nacionalidad) estaban encargados de la protección de aquella “zona segura”.
El ejército serbio de Srpaska, comandado por el genocida Ratko Mladic, junto con los paramilitares “Los escorpiones” seleccionaron, para su exterminio, a más de cuarenta mil ciudadanos bosnios de religión musulmana a los que previamente despojaron de sus pertenencias e identificaciones para, deliberadamente y metódicamente, proceder a su exterminio y dificultar su posterior identificación. En la matanza fueron asesinados civiles y militares, sin distinguir entre adultos y niños. La Comisión Federal de Personas Desaparecidas ha cifrado en 8.373 las personas desaparecidas en aquellos días.
Hoy, cuando han transcurridos quince años de la masacre, se continúa procediendo a la identificación de los cuerpos y restos que se han ido encontrando en las cientos de fosas comunes que siembran la región. Las atrocidades no tuvieron límite.
Europa debe avergonzarse del comportamiento que aquellos días tuvo para con sus vecinos Yugoslavos. No sé cómo los Nebotja, Almas, Mirsad, Adnan, Kemal, que sobrevivieron a la matanza pueden seguir esperando algo de una sociedad que se ha podrido tanto como para permitir que las personas sean masacradas, eliminadas, como lo fueron sus familiares
El mundo se quebró, pero hoy apenas nos acordamos. Alguien me tachará de demagoga, cuando pienso que estamos muy cerca de una situación como aquella, pero tampoco los yugoslavos pensaron, mientras celebraban las Olimpiadas de invierno de Sarajevo en 1984, que la muerte tocaría a su puerta vestida de nacionalismos exacerbados.
Así que si se consideran personas, humanos, por encima de cualquier cosa, piensen en Srebrenica y en que mañana podrían ser ustedes, yo misma, quienes tuviera que correr a refugiarme en una de las llamadas “zonas seguras” y acabar en una fosa común porque un día el mundo decidió mirar a otro lado en defensa de intereses nada humanos.
falta gente como tú en esta tierra. Gracias por recordarme lo que mi memoria había olvidado.
ResponderEliminarY lo peor de todo es que hay gente dispuesta a cualquier cosa para defender cualquier cosa.
ResponderEliminarEl fanatismo (en España lo somos y mucho) es malo.