Ha puesto el cronometro en marcha. Diez minutos, sólo tiene esos. No es demasiado tiempo pero es suficiente. La barbilla reposa sobre la palma de la mano. El codo apoyado con fuerza sobre la mesa. Las ideas no llegan. Han pasado tres minutos. Tamborilea los dedos mientras se muerde el labio. La mesa está fría. Coloca el dedo índice sobre la letra “E” y la teclea repetidamente.
Una línea de “E” llena toda la pantalla. El cursor parpadea. Ya sabe quién es. Quedan dos minutos y las manos listas sobre el teclado. Por fin.
Menos mal que no pulsó la X. Le hubiera salido una cosa distinta seguro.
ResponderEliminarCon toda seguridad. Si hubiera sido un X no se habría mordido el labio, se lo habría relamido.
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