martes, 1 de marzo de 2011

ORDINARY DAY


Voy en el metro, cogida en el único espacio que queda en una barra mortalmente situada en el centro del vagón. En mi ciudad, hace años que retiraron estas barras. Quiero pensar que fue una decisión para la eliminación de barreras arquitectónicas, para suprimir obstáculos que dificultan la movilidad de los que tienen alguna dificultad física o sensorial pero, como todo retrocede en lugar de avanzar, puede que simplemente hayan vuelto los tiempos pasados y por eso, ahora mismo, me encuentre de pie en el centro de un vagón de metro viejo como pocos, presidido por una reluciente barra cromada. Retornos a pasados inciertos.
Tengo que cogerme fuerte para evitar equilibrios raros. No nos deslizamos, brincamos a cada avance, como la vida misma.
Intento sacar mi libro del bolso, imposible. El trayecto es largo, tengo que cruzar la ciudad pero no voy a leer. Quisiera saber que va a pasar con Lievin pero tendré que esperar a otro momento, tal vez esta noche, durante el camino de vuelta. No importa, hay tiempo.

Tengo 45 minutos por delante, dos recorridos, dos trasbordos y algunas escaleras que subir. Aprovecho para ordenar en mi cabeza algunas cosas. Nada trascendente o sí: la economía doméstica, la cita médica, la vida laboral, un par de llamadas personales que no admiten más demora y la necesidad de decir un “te quiero” donde corresponde, un “te quiero” de los de verdad.
Sentada, frente a mí, una mujer sostiene un periódico gratuito sobre las piernas. Mira a un punto indefinido que podría ser cualquiera. Tal vez piensa en la lista de la compra que dejó colgada en la puerta del refrigerador, en las horas que le quedan por limpiar antes de volver a su casa, en la última vez que besó de verdad o en el sol de media noche.

La megafonía anuncia mi estación. Me quedan diez minutos de camino que recorreré sin prisa. Un paseo antes de adentrarme en las miserias personales, en el conocimiento del comportamiento más mezquino del ser humano, pero antes, antes de que toda esa pátina me roce, voy a hacer un par de llamadas. 

8 comentarios:

  1. Buenos días... Gracias.

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  2. Buenos días Teresa. Gracias a tí por pasar por esta casa :)

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  3. ¿A quién llamaste?
    Siempre queda esa cosa...
    ¿A quien llamaste?,
    Anita del alma.
    Un abrazo.

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  4. Llame a dos personas a las que quiero, mucho además.
    Buen día Kenit

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  5. ...no hay nada más cruel que un "te quiero" de mentira...

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  6. ...no me puedo imaginar un "te quiero" que no sea de los de verdad...

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  7. Los falsos "te quiero" son como puñetazos en la boca del estómago, duelen y además te lo dejan revuelto.
    Tampoco yo entiendo de falsos "te quiero".

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  8. O los "Te quiero" con PD.
    El SMS ( de un amigo) rezaba así : ..bla,bla,bla y sí, "te quiero".
    PD: Querer es no desearte nada malo .

    De esto hace años y aún no lo pillo.

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