Creemos disponer de todo el tiempo del mundo. Que mañana podremos hacer todo lo que queremos hacer, decir todo lo que necesitamos decir, porque el mañana siempre está ahí, presto a llegar.
Por eso, en muchas ocasiones, aplazamos abrazar, besar, conversar, y aplazamos sin pensar que tal vez ese mañana no llegue nunca. Nos cuesta perder el tiempo en cosas sencillas, simples. Las ponemos al final de la lista, pensando que siempre habrá tiempo, que seguirán ahí innamovibles.
Pero un día te levantas y ya no puedes hacer, ya no puedes decir, ya no puedes nada, porque todo ha cambiado por un giro del destino, o por dos o por tres, o por miles de giros que nos hacen perder la cuenta y el rumbo de lo que creíamos controlar. Los que creías que estarían allí ya no están, porque ya no quieren estar, porque ya no pueden estar, porque la vida los sacó de su juego y entonces, lo que en su momento era fundamental, se torna caduco, fuera de lugar.
Un completo enrocamiento contra la realidad que deja poco margen para salvar ni siquiera los últimos restos del naufragio.
Aplazamos sin pensar que podemos llegar tarde (si finalmente llegamos), y que todo eso que quisimos hacer, decir, tocar, oler, queda suspendido en nuestro recuerdo, perdido sin remedio, convirtiéndonos en las sombras de lo que un día quisimos ser.
Aplazamos sin pensar que podemos llegar tarde (si finalmente llegamos), y que todo eso que quisimos hacer, decir, tocar, oler, queda suspendido en nuestro recuerdo, perdido sin remedio, convirtiéndonos en las sombras de lo que un día quisimos ser.
Calculamos mal esperando momentos adecuados, mejores, más relajados y acostumbramos a equivocarnos. Los tiempos mejores no existen. Son los que son. Nunca estaremos menos agobiados, ni nos sentiremos más libres de lo que somos.
El tiempo es una medida embustera y traicionera. Lo que importa, o lo que debería importarnos, es el aquí y el ahora. Nunca habrá un momento propicio, nunca nos sentiremos totalmente cómodos en nuestra propia piel. La vida es así. De ahí que no debamos perder el tiempo. No debemos dejar que el tiempo enrede, ni que retuerza una y otra vez los hilos que manejan nuestra vida. El mundo sigue girando, el nuestro, en lo particular, también, y cuando dejamos de gobernarlo nos termina estrangulando.
No conozco a nadie que no haya sufrido las demoledoras consecuencias de postergar lo fundamental. También yo las he sufrido, sé cuál es el precio que se paga por no hacer las cosas cuando tocan, cuando creí debía hacerlas. Quizá por eso, porque no tengo más monedas con las que pagar peajes tan elevados, es por lo que procuro no dejar de besar cuando quiero hacerlo, de abrazar siempre que puedo, de acariciar cuando lo siento y de conversar cuando el que tengo enfrente vale la pena. Intento ser generosa, conmigo y con los otros. Procuro que mis hilos me acompañen pero me no enreden.
Con las cosas importantes no caben las tonterías.
Y para terminar, un consejo gratuito: Besen, abracen, acaricien, lloren, salten, conversen y sean generosos. Mañana puede ser tarde, y los elegidos son pocos como para dejarlos por el camino. No dejen que sus sombras les posean, yo lo intento aunque no siempre lo consigo.
Billie Holiday -
© Fotografía naq
No pienso esperar a mañana para brindar por ti... ¡Salud!
ResponderEliminar;-)
Y mira que parece fácil...
ResponderEliminarSalud Edu, salud :)))
ResponderEliminarJavier, a menudo es mucho más fácil de lo que creemos. Y casi siempre es cuestión de empezar, y una vez empezado, coger carrerilla... Bss
ResponderEliminarAquí y ahora ¡¡ Un besote molt fort ¡¡¡
ResponderEliminar:)
Totalmente de acuedo ¡¡¡
Ahhhh y voy a imprimir este texto , pegarlo en el espejo del recibidor de casa , para que sus habitantes no olvidemos, lo esencial¡¡
ResponderEliminarQue gran texto para esta gran verdad sobre la vida. Aplaudo tu sabiduría, todos tendríamos que tener estas cosas más presentes.
ResponderEliminarPablo.
Muchas gracias Pablo. Un saludo.
ResponderEliminarlo vas dejando, lo vas dejando, y al final todo te deja a ti. hay que mimar los presentes del presente, para que no se transformen en ruinas del pasado, en el futuro.
ResponderEliminar...después del examen teórico, llega el práctico... y ahí suspende mucha gente...
ResponderEliminarEs cierto Raul, mimamos demasiado poco algunas cosas y no hay nada más triste que el abandono por desidia. Tu mismo lo dices, nos transformamos en puras ruinas.
ResponderEliminarRafa, ponemos poco empeño en llevar a la práctica lo que de cajón sabemos y así nos va.
ResponderEliminarKierootee :)
ResponderEliminarEl hilo invisible ha creado unas redes que nos ha permitido encontrarnos, ¡¡ me alegra mucho encontrar a una persona con gran sensibilidad y sencillez!!GRACIAS
ResponderEliminarA tí Mo, por pasar por esta casa.
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