miércoles, 27 de julio de 2011

SORPRESAS


¿Cuántas veces hacemos cosas porque tenemos un compromiso que no podemos eludir? Más de las que creemos y ese compromiso lo convertimos en una losa. Eso pensé yo cuando, hace algún tiempo, me llamaron para pedirme que durante noventa días “amadrinara” a una “recomendada”. 
Se me torció el gesto, resoplé y, conté en el calendario los días que tendría que “soportar” esa compañía semi-impuesta.


Sin embargo, la sorpresa fue mayúscula desde un inicio. Quien venía lo hacía libre de toda afectación, con la humildad del que sabe que no sabe nada y en unas condiciones laborales casi vergonzosas. Acudió día sí y día también, trabajó y estudió sin poner un pero.

Congeniamos profesionalmente hablando. Le enseñé lo que pude y ella lo aprendió todo y más. Tras los noventa días pactados, yo quedaba libre y ella también. Quiso continuar y le dije que no. Era un mirlo blanco, de los de verdad, y como tal tenía que volar. Y lo que empezó como mi compromiso ineludible para con un tercero, se convirtió en mi compromiso personal para con ella.  Toqué donde tocaba tocar y, así, en unas semanas, marchó a trabajar a la City. No dejamos de estar en contacto durante todo este tiempo.

Esta tarde ha venido a verme, vuelve a estar de nuevo en Barcelona,  ha conseguido un buen lugar en el que trabajar. Quería contarme su nuevo proyecto y, de paso, pedirme un favor. Debo decir que ha sido una sopresa, tanto la visita como el "favor" solicitado. Quiere que la acompañe en su juramento profesional. He tenido que aclararle que eso no es un favor, que eso es un honor. Y es que lo es de verdad. Hoy mis felicitaciones son para ella.


© Jean Michel Basquiat

3 comentarios:

  1. En cuanto al primer párrafo, yo lo hago muchas más veces de las que me gustaría, incluso muchas más de las que me gusta reconocer. Al fin y al cabo, vivimos en sociedad, por muy antisocial que uno se precie de ser.

    En cuanto al resto del artículo, mi enhorabuena a las dos, y si no fuera por el temor a que pareciera una coña marinera diría "¡qué bonito!", pero no lo digo porque me parece bonito de verdad.

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  2. Que me vas a contar a mi. Mi sociopatía es conocida por doquier. Y si fuera coña marinera no importa, aquí cada uno puede decir lo que quiera. Besos querido Valls.

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