En plena tormenta, escapando del pedrisco, llegué frente al mar. Me senté y con los restos de una concha escribí frente a mi, a mis pies, tres palabras:
"AH HAR DE"
Tomé la decisión de no permitir que la tempestad que vivía levantara más olas, evitar que las noticias desagradables se perpetuaran y se enquistaran hasta transformarme en la misma canica de hielo que me había llevado hasta allí.
Respiré y con la punta del pie borré cualquier atisbo de desolación.
Desde entonces, cuando presiento la llegada de la borrasca, me acerco hasta esta playa y me repito, sutilmente, a modo de plegaria, Ah har de.
Anita. Es una terapia encomiable, el mar diluye. Lo malo es si algún día vives en Salamanca, el Tormes tiene unas puestas de sol demasiado cercanas.
ResponderEliminarun chucho
es por la sal, seguro. Me tocó trabajar muy cerca de ahí y curiosamente, pese a que tenía que darme no pocos kilómetros, me vino muy bien. La relativización y la desintoxicación, ya sabes. Bss
ResponderEliminarAH HAR DE.
ResponderEliminar;)