Cuando nos envían a la tierra deberían enviarnos con una inmensa goma de borrar “Milán”, de esas que huelen a nata, para poder borrar lo que no nos gusta y lo que nos molesta. Como las cosas nunca vienen solas cuando uno pasa un momento de incertidumbre, suelen darse situaciones confusas y eso, junto con el descoloque, hace que se vuelva desconfiado y receloso de todo y de todos. Así que es mala época para situaciones poco claras pues uno, aunque el otro actúe con una claridad meridiana, siempre tiene la sensación que el que tiene enfrente está haciendo un extraño doble juego y guardándose un as en la manga, que es poco claro y que en realidad nos la quiere dar con queso. Los asuntos y personas escurridizas son dignos de mantenerse lo más lejos posible. Lo poco claro mejor para los que les gustan los juegos de manos, pero no para la vida diaria, pues la falta de claridad cansa mucho y termina provocando úlceras gastrointestinales la mar de molestas y dolores de cabeza totalmente innecesarios.
Lo que nos despista, nos molestas o nos aturulla mejor guardarlo en un sarcófago de amianto, salvo que uno se quiera convertir en el homicida de su propia tranquilidad. Todo es un estorbo. Y como la goma de borrar no existe, y el tipex emocional no se ha inventado, no nos toca otra que quedarnos con el borrón y nada de cuenta nueva, pues eso no forma parte del juego, lo que toca es más de lo mismo, aunque le cambiemos la cara, que para eso estamos en el mundo real y no en el de Yupi.
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