Los regalos indican muchas cosas. En cuanto los recibes ves si son regalos precipitados, presuntuosos, elaborados, íntimos o si por el contrario, sólo tienen como finalidad cumplir y nada más.
A mí, en particular, los regalos que de verdad me gustan son aquellos que son pequeños, poco espectaculares pero que te llenan el corazón de alegría porque sabes, nada más verlo, que ese regalo en concreto ha sido expresamente buscado pensando sólo en ti. En estos últimos días, he recibido de muy distintos, fue mi cumpleaños. Podría enumerarlos y listarlos por el orden de alegría que me han producido. No es un casual que los más módicos sean los que tengan el número uno y que los más caros y sofisticados hayan quedado relegados a la cola del pelotón.
Los mejores no tienen, a la vista de cualquiera que no sea yo, ningún interés ni valor. No son los más espectaculares, todo lo contrario, son los más simples. Uno de ellos un enorme collar que posiblemente no me lo ponga nunca, pero me encantó, una curiosidad confeccionada con pequeños objetos que la persona que lo obsequió se dedicó a recoger durante más de un año por distintas partes del mundo que viajó. Sin embargo, el mejor de todos, lo recibí hace unas semanas. Me regalaron una caja, una simple caja de cartón de apenas dos palmos por costado. Por el peso y el escaso ruido que hacía al agitarla podría haber jurado que estaba vacía. Alguien que me conoce desde hace mil años, por quien me chalé hasta el tuétano, me entregó aquella caja y me pidió que no la abriera hasta llegar a mi casa.
Pude esperar, sabía que debía esperar. Llegué bien entrada la noche, todo estaba en silencio, se dormía tranquilamente. Así que me fui a mi sofá, encendí apenas la luz de una pequeña lámpara, puse un disco cualquiera y arranqué, con sumo cuidado, el celo que sellaba la parte superior de aquella misteriosa caja. Dentro, encontré una carta fechada en 1996, lleva el sello puesto, y una nota en el sobre que pone “no".
Extrañamente, ha sido uno de los mejores regalos recibidos. No sé realmente cual es el motivo que llevó a esta persona a entregarme ahora aquellas hojas que fueron escritas a lo largo de varios meses durante1996. A estas alturas, tampoco me interesa saberlo pero, también sé que, si había que recibirla en algún momento, sólo podía ser ahora. Recibirla entonces no habría ayudado demasiado. Su contenido, un secreto para los demás, pero algo que yo supe desde siempre pese a los eternos silencios que entonces me enfermaban. La vida es así. Esa caja y la carta que iba dentro, no han cerrado nada, absolutamente nada. Las heridas curaron hace mucho tiempo. Debo reconocer que no de manera pacífica, sino a golpe de ausencias impuestas y una fuerza de voluntad de hierro. Sin embargo, pese a todo, esas notas, aún cuando nada cambia en el presente, sí que han servido para que todo quedara recolocado en su sitio, con las cosas claras y los arrepentimientos pronunciados. Leerla se tradujo en una sonrisa que él no vió. Desde aquel día no nos hemos vuelto a ver, posiblemente no lo hagamos, no hay ningún motivo para ello, ni creo que apetezca para nada. El tiempo pasa y no hay vuelta atrás. Un regalo llegado en el momento perfecto, pese a que en su día jamás lo hubiera dicho. El destino es caprichoso y lo conforma un conjunto de círculos concéntricos cuyos extremos siempre terminan por tocarse y se cierran uno a uno.
Así que hoy, recordando aquel regalo recibido, intentaba pensar en uno que yo tenía que hacer. Ojala hubiera podido escribir una carta, pero no. Así que finalmente he optado por una pluma estupenda, que me ha costado un riñón, que su destinatario a buen seguro disfrutará y que quizas algún dia le sirva para escribir una nota.
A mí, en particular, los regalos que de verdad me gustan son aquellos que son pequeños, poco espectaculares pero que te llenan el corazón de alegría porque sabes, nada más verlo, que ese regalo en concreto ha sido expresamente buscado pensando sólo en ti. En estos últimos días, he recibido de muy distintos, fue mi cumpleaños. Podría enumerarlos y listarlos por el orden de alegría que me han producido. No es un casual que los más módicos sean los que tengan el número uno y que los más caros y sofisticados hayan quedado relegados a la cola del pelotón.
Los mejores no tienen, a la vista de cualquiera que no sea yo, ningún interés ni valor. No son los más espectaculares, todo lo contrario, son los más simples. Uno de ellos un enorme collar que posiblemente no me lo ponga nunca, pero me encantó, una curiosidad confeccionada con pequeños objetos que la persona que lo obsequió se dedicó a recoger durante más de un año por distintas partes del mundo que viajó. Sin embargo, el mejor de todos, lo recibí hace unas semanas. Me regalaron una caja, una simple caja de cartón de apenas dos palmos por costado. Por el peso y el escaso ruido que hacía al agitarla podría haber jurado que estaba vacía. Alguien que me conoce desde hace mil años, por quien me chalé hasta el tuétano, me entregó aquella caja y me pidió que no la abriera hasta llegar a mi casa.
Pude esperar, sabía que debía esperar. Llegué bien entrada la noche, todo estaba en silencio, se dormía tranquilamente. Así que me fui a mi sofá, encendí apenas la luz de una pequeña lámpara, puse un disco cualquiera y arranqué, con sumo cuidado, el celo que sellaba la parte superior de aquella misteriosa caja. Dentro, encontré una carta fechada en 1996, lleva el sello puesto, y una nota en el sobre que pone “no".
Extrañamente, ha sido uno de los mejores regalos recibidos. No sé realmente cual es el motivo que llevó a esta persona a entregarme ahora aquellas hojas que fueron escritas a lo largo de varios meses durante1996. A estas alturas, tampoco me interesa saberlo pero, también sé que, si había que recibirla en algún momento, sólo podía ser ahora. Recibirla entonces no habría ayudado demasiado. Su contenido, un secreto para los demás, pero algo que yo supe desde siempre pese a los eternos silencios que entonces me enfermaban. La vida es así. Esa caja y la carta que iba dentro, no han cerrado nada, absolutamente nada. Las heridas curaron hace mucho tiempo. Debo reconocer que no de manera pacífica, sino a golpe de ausencias impuestas y una fuerza de voluntad de hierro. Sin embargo, pese a todo, esas notas, aún cuando nada cambia en el presente, sí que han servido para que todo quedara recolocado en su sitio, con las cosas claras y los arrepentimientos pronunciados. Leerla se tradujo en una sonrisa que él no vió. Desde aquel día no nos hemos vuelto a ver, posiblemente no lo hagamos, no hay ningún motivo para ello, ni creo que apetezca para nada. El tiempo pasa y no hay vuelta atrás. Un regalo llegado en el momento perfecto, pese a que en su día jamás lo hubiera dicho. El destino es caprichoso y lo conforma un conjunto de círculos concéntricos cuyos extremos siempre terminan por tocarse y se cierran uno a uno.
Así que hoy, recordando aquel regalo recibido, intentaba pensar en uno que yo tenía que hacer. Ojala hubiera podido escribir una carta, pero no. Así que finalmente he optado por una pluma estupenda, que me ha costado un riñón, que su destinatario a buen seguro disfrutará y que quizas algún dia le sirva para escribir una nota.
http://www.goear.com/liste
No hay comentarios:
Publicar un comentario