jueves, 22 de octubre de 2009

EL AVE ESE COTO DE ZORRO-MACHO


Si en estos momentos pusiera el disparadero de mi vida al ligoteo de tios encorbatados, engreidos y facilones, tengo muy claro, sin ninguna duda, que me iría a dar una vueltecita por el AVE. Los vagones del bendito tren de "Alta Velocidad" se ha convertido en un auténtico coto masculino, como díría una amiga mía, nada más subierte en este tren, a primera hora de mañana, ya huele a "zorro macho". Por motivos laborales cojo frecuentemente el AVE, antes el Puente Aéreo, y he podido vivir en vivo y en directo el espectáculo que es ver a estos "muchachitos fuertes de nocilla", parlotear por sus moviles, haciendo grandes risotadas, mirando el culo de la primera mujer que cruza el pasillo dando bandazos por los tacones y los vaivenes de la velocidad. En fin, un corralito sin igual. Yo que soy muy mía, hasta en el tema del ligoteo, debo decir que nunca me ha cortado nada, pero nada, encontrarme en medio de un selecto grupo de caballeros deseoso de entablar conversación con el primer café de la mañana, o con el último gintonic de la tarde. No tengo alma de ligona, pero sí me gusta el compadreo con mis compañeros de trabajo y reirme con ellos después de una jornada complicada.
Hoy sin embargo me ha pasado una anécdota que me ha dejado alucinada. Volvía ya después de pasar la jornada fuera y, como siempre, tras una horita sentada en el butacón, me he dirigido a la cafetería (confieso son cafeinoadicta). Tras una cola impresionante he podido llegar a la barra para pedir. Y sorpresa hoy no me ha atacado uno de aquellos Yuppies de entonces, aquellos que en su día peinaban gomina y pelo en plan "mesecaetolpelopatrás", sino que ha sido un amable abuelito, que viendo que pedía un cafe doble y una botella de agua, me toca en el brazo y me dice: "Señorita, ¿Va a tomarse ud. eso?" a lo que le he constestado que Sí, que por eso lo pedía. La siguiente que me ha dicho es que era hora de la merienda y que no podía tomarme eso sólo. Le he explicado, por darle charreta, que no meriendo, que lo mío es el liquido elemento. La contestación no ha tenido desperdicio, me ha contestado que eso no podía ser y ha llamado al camarero y le ha pedido que me pusiera dos magdalenas. Mi cara de alucine no tenía parangón, le he dado las gracias y le he dicho que no me las tomaría, que me daban ardor de estómago. El hombre insistía una y otra vez. He batallado por no comer la maldita madalena más de 10 minutos. Finalmente le he preguntado que porque me insistía tanto, que no la quería, y alucinad con la respuesta: "Señorita mantener esas posaderas que ud. tiene, no debe hacerse sólo a base de cafe y agua, métale ud. algo más consistente, sino ya me dirá que le miraremos cuandos se de la vuelta". Todavía estoy con la boca abierta. Un flipe. El camarero aún se rie. Así que no os fieis de los "abuelitos dime tu, que sonidos son los que oigo yo".Juro que es real. Otro día os explico un cuento, pero lo de hoy no lo es.



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