martes, 21 de febrero de 2012

VENDEDORES DE HUMO


Unos días dedicados a la preceptiva reposición de chapa y pintura me han tenido apartada, por voluntad propia, de algunas cosas que conforman mi cotidianeidad: el teléfono,  las redes sociales, mi blog. El día 31 de diciembre, podía haber sido cualquier otro día, decidí, aún no sé demasiado bien el porqué, apartarme de lo que, en ocasiones, me hace perder el poco tiempo que tengo.

Estos días de retiro he leído mucho, he escrito otro poco. He visitado webs, blogs, he contemplado fotografías extraordinarias y he viajado, sin moverme del sofá, a lugares tan lejanos como Hohhot (Mongolia), tan fríos como Oymyakon (Yakutia), tan espectaculares como Bagan (Myanmar). Unos días extraordinarios.

Creo que ha llegado el momento hacer algunos cambios, de dejar atrás algunas cosas y de dar el valor, en su justa medida, a lo que, por un embobamiento generalizado, coloqué donde no debía, priorizando el humo a lo que con la mano puedo tocar, agarrar y acariciar.

He estado dando vueltas al motivo por el que perdemos tanto tiempo enredados en las redes sociales. ¿Por qué si puedo estar leyendo a uno de los grandes, disfrutando con los párrafos que sólo tipos geniales pueden escribir, lo pierdo leyendo las simplezas que colgamos en estados que duran vivos apenas unos minutos? Puede que esta reflexión sólo sea el producto de un hartazgo que yo sola me he provocado. Las redes sociales son adictivas, sin duda alguna. ¿Cuál es el motivo por el que es mejor tener setecientos, ochocientos, novecientos amigos en una red social a no tener ninguno? ¿Es para que nos rían más la gracia, para que sean más los que nos consideren ingeniosos, virtuosos, o incluso escandalosos? No tengo respuesta para ello.

Formo parte de la red, lo sé y la existencia de Anita Noire es producto precisamente de ella. Puede que se esté acercando la hora de matar a este personaje que ha acaparado un espacio en el ciberespacio que no da más de sí.
Ahora dispongo de un tiempo que he rescatado de las garras de lo absurdo, puede que empiece a pensar en la manera de terminar con algunas cosas, entre ellas conmigo misma y vuelva  a Roig, a Calders, a Pla, a Vila-Matas, a Laforet, a Guillen, a todo eso que aparqué mientras absorbía humo.

Supongo que esto es una especie de propósito de principio de año, no lo tengo claro.


Este texto fue escrito durante los primeros días del mes de enero. No sé el motivo por el que quedó descansando, el sueño de los justos, en el escritorio de mi ordenador. Queda rescatado, sigo pensando lo mismo, un par de meses después.

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