Mi amiga Berta anda por Singapur. Dice que es un destino que siempre le pareció curioso pero que, desde que ha fijado, con carácter provisional, su residencia allí, se ha dado cuenta que lo de la vida asiática no es más que un cuento chino.
Su marcha fue una sorpresa y consecuencia de un mal de amores.
Tiene suerte. A mí, cuando me daba el mal de amores, lo más lejos que llegaba era a Móstoles. Pero la vida avanza que es una barbaridad y ahora, para curarse, hay que viajar cuanto más lejos mejor y si la multinacional que te explota te financia la terapia a cambio de que te dejes allí las entretelas, pues miel sobre hojuelas.
Hoy echo mucho de menos a Berta, en realidad hoy echo mucho de menos a todo el mundo. Tengo un día tonto.
La diferencia horaria no es un problema. Bueno no lo es para mí, que son las 19,00h., pero para Berta, igual un poco sí. En Singapur son las 02:00h. Pero necesito hablar con ella.
Marco su número de teléfono, lo dejo sonar cinco veces. Escucho la melodía horrorosa que ha puesto y cuelgo. Repito la llamada, esta vez tres timbres, suena de nuevo la musiquita y cuelgo. Ahora en cuestión de cinco minutos debería estar enchufada a su portátil, conectando una videoconferencia y contestando a mi llamada de auxilio interplanetaria. Es la señal acordada.
Miro la pantalla fijamente. Miro el reloj. Nada. Repito las llamadas, cinco timbrazos y cuelgo, repito con otros tres y cuelgo. De nuevo, miro la pantalla, miro el reloj, nada.
Miro mi correo, miro la pantalla, nada.
Intento pasar el tiempo. Me miro las uñas, los botones de mi blusa, recuento las cuentas de mi pulsera y la pantalla sigue más negra que un tizón. Voy a por un café, hoy mis confesiones serán digeridas en solitario.
Camino de regreso a mi mesa, oigo un “ding-dong”, es el sonido de la entrada de un mensaje. Me asomo a la ventana que es la pantalla de mi ordenador, leo con atención y me queda cara de pasmo.
De: "Berta Schulman" nikitonipongo@gmail.com
Fecha: Jueves, mayo, 13, 2010 03:00
A: Anita Noire anitanoire@gmail.com
Texto: Querida. Tengo entre manos, mejor entre otras extremidades, una cuestión de alto voltaje que necesita de mi total atención. Salvo que sea inapelable, definitivo e inaplazable, no insistas con el teléfono. Wong-Fai se desconcentra con el sonido del pasodoble español que tengo por melodía en el móvil. Te llamo yo sobre las 11 p.m. spanish hour. Besos.
Nunca dejará de sorprenderme. ¿Quién es Wong –Fai? ¿Si no son los brazos, sólo pueden ser las piernas? ¿A rey muerto, rey puesto? No quiero pensar en que estará haciendo, o le estarán haciendo, para poder tener entre manos el teléfono y teclear semejante mensaje.
Me ha provocado una carcajada. Con eso ya me vale.
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