Convertida en la mujer pulpo no camino, sino repto resbaladizamente hasta la parada del autobús más cercana. Es complicado, las ventosas me dificultan el grácil deslizamiento por la baldosa urbana.
Con mi tentáculo, primero superior derecha, sujeto un capazo de esparto de primera que lleno con los objetos más estrafalarios que encuentro por el camino: un cubito de la playa, dos palas, un rastrillo, un frasco de betún para los zapatos de charol y un kilo de manzanas reineta.
Con el primer tentáculo, izquierda superior, sujeto un enorme pistolón de agua. Algún avispado se ocupó de rellenar de detergente para proporcionarme, con cada disparo, un fabuloso mundo de pompas con olor a pino. Pura ecología urbana.
Segundo tentáculo superior derecha, sostengo una motosierra, tengo tendencias homicidas, el litio no ha hecho su función y mis más bajas pasiones se despiertan cuando cerca de mi aparece una viejecita con cara de bondad, un tipo engominado, o un niño rollizo.
Segundo tentáculo superior izquierda, cada una de sus ventosas lleva un bonito cristal de Swarovski. Una pulpo con clase, discreta a la par que elegante.
Tercer tentáculo superior izquierda, sujeto dos libros a modo de castigo. Pose un poco complicada, pero la fustigación a la que me someto por ser malita y no controlar los ataques de ira y despecho, no tienen límite. Utilizo el Tomo “Er-Fa” de la enciclopedia Espasa y el Tomo I de la colección de Aranzadi Jurisprudencia del Tribunal Supremo 1983.
Tercer tentáculo superior derecha, utilizado como punto de sujeción al mundo impío y blasfemo representado por una barra de autobús. Mil ventosas me sujetan permitiéndome adoptar una posición horizontal desafiando las leyes de la gravedad y de la cordura.
El cuarto superior derecha e izquierda, andan libres, sirven para marcar la tarjeta del autobús o para rascarme el pico córneo cuando el personal se pone tonto.
Así transito por la ciudad, como una mujer pulpo, con la cabeza gorda propia de los cefalópodos, lleno de gansadas mil que regurgito sobre una hoja de papel cualquiera para que no se queden enquistadas en el lóbulo parietal derecho de mi cerebro y acabe con una parálisis mental permanente por gilipollez congénita.
amy macdonald -
Es usted como mi ángel de la guarda, que Dios le bendiga.
ResponderEliminarGracias Pulpo man, es un alivio saberlo.
ResponderEliminarA ese pulpo, por ciertos sitios..., me lo comía con patatas...
ResponderEliminarPero ¡qué complicadas que sois las mujeres! Con lo bien que se vive con sólo dos brazos y una neurona... o ninguna...
ResponderEliminarJavier, ciertamente somos complejas, pero se nos pasa al ponernos el traje de pino.
ResponderEliminarAnónimo, no olvide el almax, los ardores estomacales son cosa mala aunque el cefalópodo sea de primera.
Ni almax, ni leches. A bocado limpio. Sin duda, exquisito...
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