No dudaba en afirmar que era un completo desastre en la gestión de sus finanzas emocionales. Buscaba las inversiones más arriesgadas, apostaba por los peores valores y nunca aseguraba sus operaciones contra las inclemencias personales del que tenía enfrente, ni contra las suyas propias. Así, entre risas amargas, llegó a la conclusión que la mejor inversión que podía realizar era dejar de jugar a la bolsa con su corazón. Regaló los bonos que por las alzas y bajas del mercado se habían convertido en basura y dejó la pizarra a cero.
Laura Fygi -
Hola Anita,
ResponderEliminaryo no tengo puta idea de temas bursátiles,pero me dicen aquí que lo mejor es invertir toda la pasta amoril a plazo en un banco sentimental fiable y no en valores volátiles.
Te sigo leyendo.
Un millardo de bicos,guapa :)
Vamos, mi opinión es que te pases al oro y al platino. No envejecen.
ResponderEliminarKenit.
Oh! yo lo tengo claro eso. Hay valores seguros que no envejecen nunca y que nada tienen que ver con la bisutería ni con los cristalitos brillantes que sólo son culitos de botella reluciente y poco más, adornan un ratito pero cansan por grotesco y vulgar.
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