lunes, 21 de junio de 2010

NEBULOSAS



Cuando dejé de sentir el hormigueo en la planta de los pies supe que ya me había ido. Había dejado de formar parte del pelotón de los seres humanos. Ahora mi mano puede atravesar paredes, mi vista ve más allá de lo que tiene enfrente y ya no siento ni frío, ni calor. El golpe debió ser certero. No sentí dolor. En realidad, la sensación fue como si alguien hubiera quitado el tapón que cierra la pila de un gigantesco lavamanos y una espiral de fuerzas que no controlo, me hubiera engullido. Pero ya estoy de nuevo de pie, transformada en algo inmaterial. Me acerco despacio hasta ti, aún me asusta esta nueva forma. Paso la mano por tu pelo desordenado, tienes la cara entre las manos, no sé lo que ahora escondes. Me coloco de cuclillas y te soplo. Ahora tus ojos miran al vacío, una mirada que me ha atravesado porque sólo soy una nebulosa, un poco de niebla en una mañana de verano. Tengo que irme. Estarás bien. 

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