domingo, 22 de junio de 2025

I DON'T WANNA LOSE YOU

 



Primer domingo de verano. Llueve. Solo son cuatro gotas que convierte la tarde en un agobio asfixiante que no lo alivia ni el penetrante olor del asfalto mojado. En casa no queda café y yo no soy persona si no puedo poner la cafetera a media tarde. Salgo en busca de un badulaque porque es lo único que habrá abierto en una tarde como la de hoy. Salgo sin paraguas, pero con la música puesta. He recuperado una lista de hace mil años y suena Tina Turner. Me pongo un poco triste. Me recojo el pelo y pierdo la chancla en un tropiezo tan tonto como los son aquellos otros en los que de vez en cuando caigo y de los que me cuesta recuperarme. Cuatro gotas más y el “no quiero perderte” se va a convertir en el himno de una tarde lenta, plana en la que, si rasco ni que sea mínimamente, aún soy capaz de escucharle susurrar  un“¡Eh, estoy aquí!”, que de vez en cuando me aturde.




domingo, 15 de junio de 2025

ALGO HUELE A PODRIDO Y NO ES EN DINAMARCA


 

He puesto la radio, como todos los días. Las noticias huelen tan mal como la ideología que lo imprime todo. Hay que ser muy imbécil para creer que alguien es intocable. Y hay que ser rematadamente bobo para defender al indefendible capo de la mafia institucional. Porque la corrupción es corrupción, venga de donde venga y cuando uno está al mando no cabe excusarse en el desconocimiento, porque entonces es un inútil y un negligente o es, simplemente, un tremendo cínico mentiroso. La actualidad explica muchas decisiones adoptadas en el pasado, que juraron y perjuraron que no se iban a adoptar jamás. La mierda con mierda se paga. La ambición es poderosa y cuando se tuerce puede llevar fácilmente a la corrupción. Apenas sabemos nada. Nos esperan días de mala gloria. Aún hoy, sabiendo lo que se sabe, hay quien defiende a quien está arrasando el Estado de derecho, a quien está imponiendo un totalitarismo administrativo que convierte al ciudadano en súbdito; a quien no duda en mantenerse en el poder pese a que tiene la alfombra hecha un cisco.  La mierda es mierda, venga de quien venga y hasta que no tengamos claro no hay nada que hacer. Defender lo indefendible, debería ponernos en guardia frente a quien lo hace.



lunes, 9 de junio de 2025

COSAS

 



Me he sentado a la sombra en un velador. No tengo prisa y estoy cansada. Sigo el curso de una conversación ajena como el que no quiere la cosa. No me cuesta nada engancharme e intervenir de manera silenciosa sin que nadie me lo pida. Hablan de lenguas, de respeto, en un discurso que parece más aprehendido que personalmente elaborado. Ahí quiero colarles una cuña de persona totalmente bilingüe, pero me mantengo en silencio, aunque el tema lo tengo claro. Las lenguas sirven para comunicarse y la utilización de una, de común conocimiento, no desmerece la que no utilizan porque alguno de los partícipes no la conoce. Respeto, pues eso. Sin embargo, los vecinos de mesa, por un momento, casi parecen batirse en un duelo que abandonan en cuanto pasan unos tipos con unas maletas enormes, y se traslada a la gentrificación, al aburguesamiento de la ciudad. Me caigo de la conversación y pienso que esas maletas gigantes parecen trasladar toda una vida que tiene que empezar de nuevo. Vuelvo a la tierra y cambian las tornas. La conversación se traslada a sus próximos destinos de vacaciones y el precio de los billetes de avión. Volar es relativamente económico y llegar a cualquier lugar del mundo ya no es  un imposible si se planifica bien. Uno de ellos habla de quedarse en casa porque las posibilidades de viajar sin que te atraquen, te peguen un tiro, te veas envuelto en un altercado o incluso que te secuestren, son cada vez menores. Se me arquea la ceja sin querer y empiezo a remover el café muy poquito a poco. Para conocer mundo ya no hace falta desplazarse. Todo está en internet. Casi le añado que también en “Callejeros viajeros” o en “Madrileños por el mundo”, pero que no es lo mismo.  Pensar de ese modo tiene un enorme parecido con querer tomarse un zumo de naranja natural y beberse un refresco de sabor anaranjado. El más vehemente de los cuatro sigue defendiendo que desplazarse para conocer el mundo es un atraso total; otro insiste en que viajar no es solo ver piedras, o monumentos extraordinarios, es algo más. Estoy de acuerdo. He tenido la enorme suerte de haber viajado mucho, incluso a lugares que ya no se aguantan de pie. Me he mezclado con personas con las que no me entendía, ni ellos a mí, pero la hospitalidad es un valor universal. La memoria de Google se encarga cada día de recordármelo, cuando a mí se me olvida, y hoy mismo me recuerda que hace mil años estuve en Damasco, muchos años antes de la guerra, intentando encontrar la casa la familia de un buen amigo que vivía en el barrio cristiano cerca de donde San Pablo se cayó de su caballo. El mundo era otro, nosotros también.  Ahora, ya ensimismada en la memoria artificial de mi móvil, pierdo el hilo de la conversación ajena que ha dejado de interesarme. Dejo en el platillo unas monedas y me voy. Todo está al alcance de casi todos en esta parte del mundo. Pero entre una punta y la otra de ese todo, se ha abierto una sima infinita, casi imposible de salvar, que no siempre tiene que ver con la distancia. Camino despacio porque hace un día estupendo. Vale la pena  respirar hondo y seguir.


domingo, 25 de mayo de 2025

CERO POR CIENTO

 


No hace tanto tiempo mi vida no era esta, era otra. Los días pasaban sin grandes pesos. Fotografiaba, leía, preparaba unas cenas estupendas durante las que bebíamos vino y nos tapábamos con mantas que tejía en las horas muertas mientras esperábamos al amanecer. Las horas eran insignificantes porque, una tras otra, nos mantenían en una ensoñación permanente, que rozaba la enajenación. No teníamos nada, pero no importaba. Si algo iba mal, hacíamos como que no existía y durante un tiempo, realmente, dejaba de existir.

Pero en algún momento se jodió todo aquello y tuve una hija. Ahora vive conmigo, solo conmigo, porque la vida de aficionada a la nada y el ensimismamiento suicida se fueron al garete cuando ya no era solo yo, ni siquiera él, sino la boquita diminuta que se abrían de forma incesante y nos absorbían hasta dejarnos extenuados.

Ya no tenemos nada que decir. El delirio gira al compás del tambor de la lavadora y del silencio.




miércoles, 21 de mayo de 2025

EL SECRETO DEL LADRILLO

 



Parón obligado. Paso por el taller de chapa y pintura, porque no hacerlo no era una opción. Así que más vale poner al tiempo buena cara y aprovechar este tiempo regalado que, entre modorra y modorra, da para ver algunas películas a modo de comprimido facilitador de la anestesia mental.  Y en esta deriva diletante y dolorida, una primaveral tarde de mayo, se me ocurre, empezar a ver “El secreto del orfebre”. Me duermo pronto, muy pronto, cuando el orfebre anda de jovenzuelo por un pueblo de no sé donde, y me despierto cuando el tipo, aún no sé cómo, ha dado un salto en el tiempo, y ya no sé si es su padre, su tío o el primo el que se perdió entre las viñas de una campiña monísima. Me duermo otra vez, y no de manera intencionada. Me despierto de nuevo, no sé cuanto tiempo después, pero la película ya ha terminado e ignoro si el tipo que viaja por el tiempo se reencuentra con la madurita a la que pretendía cuando era joven, y que lo llevaba a maltraer. La película es un ladrillo monumental que me ha dejado noqueada. Pero no hay mal que por bien no venga y  no hay que desdeñar una de las bondades a las que se puede extraer de infumable ladrillo que protagonizan Mario Casas y Michelle Jenner. La película es, en sí misma, una eficaz adormidera que nada tiene que envidiar a la melatonina en cápsulas o a la más potente de las valerianas.




martes, 13 de mayo de 2025

LLUEVE


 

No sé si alguna vez llegamos a hablar de lo que implicaba reconocer que lo que hasta entonces habíamos creído era una vida de complicación, en realidad, no era más que un ensayo sobre lo que vendría después. Ayer nos volvimos a ver, y tu complicación, tan similar a la mía, se refleja en ese cabello que,  ahora ya, es de un plata indefinido. Tan indefinido como la distancia que siempre mantuvimos a modo de frontera. No eres un secreto; al revés ocurre lo mismo. No soy un secreto Nos despedimos con un gesto de la cabeza, tú a lo tuyo, yo a lo mío. Y en mitad de ese desierto que es la complicación, una gota de humedad nos devuelve la vida.

Me viene a la boca un «joder» que no quiero. Un «joder» que me deja exhausta porque lo empujo hacia dentro, hacia al fondo, hasta lo más hondo de mí, esperando que se disuelva, aunque lo más probable es que salga en forma de un horrible ardor de estómago, que lo haga más obstinado, más presente y mucho más traicionero.

Y te veo de nuevo, en un reflejo extraño que me recuerda lo efímero que es todo y que no hay antiácidos suficientes para soportar que un día complicado es un nubarrón inmenso que se clava en la boca del estómago hasta hacerte desfallecer.



miércoles, 30 de abril de 2025

EL TIEMPO DE LOS DEMAS


 

La falta de puntualidad es una plaga. Da igual el sector del que se hable. En este sentido, todo funciona catastroficamente y sin que nadie se sonroje por ello. Consigues una cita (para lo que sea), te asignan una hora, (la que sea, pese a que a ti te venga fatal), y olvídate de hacer planes porque aunque tienes una hora agendada, incluso una franja horaria para más inri, puedes tener la completa seguridad que no se hará en hora porque ese tiempo que sigue a la hora concertada ya ha sido secuestrado por la mala costumbre de este país de no valorar el tiempo de los demás. Da igual que se trate de una visita médica, que de una gestión ante la administración; que la celebración de un juicio; que la reserva para la entrega de paquetería, o de que el técnico tenga que venir para reparar cualquier cosa urgente. Da igual, nunca será a la hora indicada y puedes dar por anquiliada tu propia agenda porque estarás al albur de la voluntad (buena o mala), del que te tenga que atende y de su regulera gestión del tiempo. No es algo anecdótico, ni accidental, es la instaurada mala costumbre de este país. Si nos dieran un par de euros por cada hora que perdemos en esperas innecesarias, los ciudadanos de este país seríamos multimillonarios. Producto de la desesperación por las dos horas de espera que llevo, hago una broma fácil mientras me cisco en la mala organización, en la informalidad del personal y en la continuada falta de respeto por el tiempo de los demás. Mientras, sigo esperando.


lunes, 21 de abril de 2025

MOCO DE PAVO


 

Pasas meses esperando que lleguen las vacaciones, las que sean, y cuando te quieres dar cuenta no solo ya están aquí, sino que ya han terminado y apenas queda rastro de toda aquella ilusión que tenías porque, ¡Por fin!, ibas a tener tiempo para dormir un poco más; leer un poco más; cocinar un poco más, dedicarte un poco más tiempo a los tuyos, a ti y a tu persona, esa que se cansa de que todo sea solo «un poco más». Todo borrado de un solo ¡puf!, y todo zanjado en un “solo un poquitito más”. Pero no me quejo, o sí. Pero la verdad es que estos días en casa no han estado nada mal. «Ben-Hur» en el cine y redescubrir que el televisor es el medio menos adecuado para ver según qué películas. Empanadas de patata y atún siguiendo la receta de un blog de recetas polacas, que acabo tuneando porque, aunque esto es la Polonia chica, me faltan la mitad de las cosas. Acabo «Golpe magistral» de Jessica Anthony para compensar lo pretencioso y malicioso que me pareció el «Podrías hacer de esto algo bonito» de Maggie Smith que termine hace unos días. La culpa siempre es del otro, también en este caso. Y finalmente, para cerrar el festivo que se acaba mucho más pronto que lo que llega, pongo a un volumen razonable, un concierto de Abdulla Ibrahim que me provoca ligeros desmayos entre la cocina y el salón, mientras apuro un vermut que me han preparado con mucho gusto.
Mañana vuelve la vorágine y el vivir mi vida y parte de la de otros con demasiada prisa, algo que cada vez me gusta menos, pero de lo que no estoy a tiempo de apearme. Y mañana, también, vuelve el espejismo de que los cuarenta minutos de transporte público hasta el trabajo que son los que marcan la banda sonora del día y que, con suerte y si la batería lo permite, será el anticipo de lo que escucharé en el camino de vuelta, mientras intento borrar el poso, a veces nada bonito, que nos deja esa vida de otros. 
Intento estirar este último festivo lo máximo que puedo mientras escucho que ha fallecido el Papa Francisco. Modifico la lista de reproducción que llevo en el teléfono y le sumo el «Don't you, forget about me» de toda la vida de Dios. Con suerte, la  tararearé no menos de diez o doce veces durante los próximos días. Mientras, iremos sobreviviendo y el camarlengo, o quien sea, nos irá informando de cómo se sucede la cosa vaticana que no es moco de pavo.



lunes, 14 de abril de 2025

SAHARIANA

 



Existe una norma no escrita según la cual días previos a un puente largo, o a unas vacaciones cortas, la vida se transforma. Durante esos días previos, solo caben dos maneras de funcionar. La primera, como si se acabara el mundo y no hubiera que dejar cabo suelto; la segunda, soltando cuerda y dejando que la vida se inunde de una calma rayana a la quietud absoluta, porque nada va a levantar el desastre ya consumado. Estoy en el grupo dos, el de los realistas

Anoche murió Mario Vargas Llosa. No va a ser el único que lo haga hoy, ni mañana, ni pasado. La diferencia con los demás es que su desaparición física no es su final. Siguen sus libros, siguen sus escritos y eso, ¡Válgame Dios!, es una suerte nada desdeñable para los suyos y para nosotros también.

Es Lunes Santo, la mesa cruje de espanto y el cuerpo responde a medio gas.

Leo a algunos escribiendo sobre esto y aquello; sobre Vargas Llosa y sobre la muerte; sobre el fin de las cosas que desaparecieron hace ya demasiado y sobre Isabel Presley. Somos así. Guardo para mí un recuerdo tan simple como personal que me lleva al escritor y, por un momento, mientras leo sus obituarios, vuelvo a un verano achicharrante de una humedad desmedida en las que mi padre, recostado en un banco con respaldo de rejilla, leía "Pantaleón y las visitadoras", sin hacernos ni caso. Mis hermanas mayores cuchicheaban que igual aquel Pantaleón sobre el que leía papá, y que yo no llegaba ni a descifrar, tenía algo que ver con el milagro de la sangre del que la abuela hablaba a veces. Quedó para siempre la anécdota del santo de la abuela y el libro de papá de la que se desternillaba cuando ya apenas le quedaba un aliento de vida. Aún hoy, tantos años después de su muerte, Pantaleón sigue en su biblioteca.

Hoy es el día de grandes discursos, de las loas y de las críticas mal intencionadas. Sin embargo, esta mañana de abril, en mi cabeza que anda al ralentí, solo cabe el recuerdo de un verano de humedad extrema, de sahariana pegada a la espalda y de un libro reposando sobre el banco del patio. Hoy, pese a todo, solo cabe en mí la singular imagen de mi padre aún joven, sentado en su silla de rafia, esperando, ahora ya con la bondad de la primavera, a que llegue Don Mario.




domingo, 13 de abril de 2025

NO WAY OUT

 



Ha llegado a las cuatro de la madrugada como si mañana no existiera. No me importa demasiado, salvo por el hecho de que no haya cerrado bien la puerta y se nos cuele el loco del rellano; o porque se haya dejado los zapatos en mitad del salón y mañana, a oscuras, tropiece mientras camino torpemente mientras voy a por el primer café del día; o que, en un ataque desmedido de gula, se haya comido los macarrones que dejé preparados para llevarme al trabajo. Oigo como se cierra la puerta de su dormitorio. No le ha dado tiempo a vandalizar el frigorífico. Los macarrones, de momento, están a salvo, creo. No añoro nada el salir o sí, pero no soy capaz de encontrarle la gracia a estas horas.  Pero yo no soy ella, y por suerte, para ella, ella no soy yo, y aún le queda mucha mecha para quemar, muchos gin-tonics que digerir, mucha vitamina C a la que recurrir. 
Ronca un poco, ella dirá que respira fuerte y yo más tranquila. Ha caído como un tronco. Esa es una de las gracias que va desapareciendo con los años.

Cierro los ojos e intento conciliar el sueño de nuevo. Quedan unas cuantas horas hasta que suene el despertador. Pero no puede dormir y me entran unas ganas feroces de ir al baño. El hacerse mayor idiotiza la vejiga. Me levanto y el espejo de la esquina me devuelve el reflejo de una mujer añosa con un pijama arrugado como la piel de un mamut. Con esa pinta solo se puede ir al baño, o a la muerte, o para dar rienda suelta a las paranoias que se multiplican por mil a la que una se descuida. Así que salgo de la habitación, doy otra vuelta a la llave de la puerta. Sus zapatillas presiden el salón y de una patada los envío al rincón junto a la cama del perro, y me voy a comprobar si los macarrones siguen en su sitio. Y ahí están, en la nevera, en su túper inmaculado. Respiro y vuelvo sobre mis pasos para meterme en la cama otra vez y empezar a contar ovejas para dormirme más pronto que tarde. Pero no sirve de mucho, con el dormitorio convertido en un establo imaginario, intento no entrar en pánico pensando en el lunes que me espera si no consigo dormirme de nuevo y en la agenda que, desde el viernes, está en modo “en espera” con ganas de acabar conmigo. No hay consuelo, solo macarrones para las 14:00 y una vejiga que aprieta de nuevo.


domingo, 30 de marzo de 2025

PERSPECTIVA



Ni mi palabra vale más que la tuya, ni la tuya vale más que la mía. Que la libertad y la seguridad también se construyen sobre la necesidad de acreditar hechos o una pluralidad de indicios, de los que de una manera objetiva y lógica se derive la culpabilidad del autor, es una verdad que solo los locos, los necios, los ignorantes y los totalitarios pueden poner en duda. Que la presunción de inocencia es un principio fundamental, aunque a veces escueza, es una garantía, aunque algunos no lo comprendan. Para condenar a alguien hace falta bastante más que meras declaraciones, posicionamientos políticos y la valentía de no dejarse arrastrar por la marea. Toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Ojalá no perdamos la perspectiva. Ejemplos, mil, aquí uno.




jueves, 20 de marzo de 2025

APORUE


 

Durante años he sido una europeísta convencida. Nada conseguía bajarme del empecinamiento del que cree a pies juntillas que la única manera de afrontar el progreso democrático es con la unión de los divergentes que pretenden un fin común. Creía yo, en el bienestar, la democracia, la libertad, la seguridad y la búsqueda consciente del bien común. Ahí es nada. Todo empezó en un bar, como casi todo. Frente a un café, frente a un tipo por el que me temblaban las carnes y frente a un parcial de una asignatura que tenía atravesada desde primero de carrera. Hoy día, tantos años después, cuando el café que tomo es descafeinado, el tipo por el que me temblaban las carnes dejó que las suyas temblaran por otro tan guapo como él, sigo convencida de la importancia de una Europa fuerte, una Europa unida pese a que a veces nos salga un poco rana. Puede que pertenezca a esa clase de personas a las que cambiarles el ideario cuesta más que arrancarle una muela sana.
Veo una Europa vieja y cansada que, con su mastodóntica burocracia, nos está dejando unas pasmosas muestras de ingenuidad y pasividad de las que no vamos a salir indemnes. Aun así, sigo creyendo que no podemos decaer en la idea de lo que queremos ser. En particular, anhelo una Europa fuerte, de valores sólidos, con una defensa hasta lo indecible de los principios democráticos sobre los que se ha construido y unas estructuras que no la conviertan en un mamut medio muerto.
Quiero seguir pensando, como dijo Steiner, y he repetido cientos de veces, que «Mientras haya cafés, la “noción de Europa” tendrá contenido
», aunque en este momento, por soberbios y un poquito engreídos, nos toque tomarlo descafeinado y con el mundo cabeza abajo.


domingo, 9 de marzo de 2025

EL DIA DESPUÉS. 9 DE MARZO

 


Me levanto con resaca aunque no he bebido nada. Pero la cabeza me rechina en cuanto la ladeo y me entra dolor de cabeza. La muevo en dirección contraria como si de esa manera, aunque el cuello crepite, consiguiera que por el oído se escurriera la inmensa cantidad de tonterías, frases hechas y huecas con la que ayer  nos regalaron el día. Así que hoy es día de resaca. No tengo nada a mano más que una servilleta de papel y los restos de un lapicero de Ikea. Algo me dice que anote, y yo anoto.

Nacer en un lugar o en otro; en el seno de una familia concreta y no en otra distinta; nacer hombre o mujer, es una cuestión de puro azar. Cero intervención en todas esas circunstancias. Nacer y crecer en Europa, con todas las imperfecciones que pueda tener, es una inmensa suerte, sobre todo si se es mujer. Porque pese a los problemas que una existen hoy en día, a que existen bolsas importantes de discriminación por razón de sexo, existe una legislación y un sistema que nos ampara y al que podemos acudir en defensa de nuestros derechos. Pero somos como somos y, a veces, no nos lo creemos, porque podemos no creérnoslos. Tenemos, tengo, la inmensa suerte de no haber nacido en Teheran, Hajja, o Kabul.

Por eso, en pleno resacón de chorradas escuchadas y leídas durante el día de ayer, no me queda otra que replegarme sobre el eje de mi pensamiento que sé que muchas otras mujeres comparten y seguir anotando, para que yo tampoco me olvide y que no me arrastre la marea oportunista y manipuladora que todo lo pudre. 
  • Ojalá llegue el día que no haya que conmemorar el ser mujer por el solo hecho de serlo.
  • Ojalá llegue el día en que indocumentados e indocumentadas con ínfulas, y ganas de comer a base de subvención, dejen de darnos lecciones  y de colocarnos en una permanente posición de víctima que no nos corresponde y que nos reduce a seres dependientes de las decisiones de otros y otras. A ellos y a ellas les deseo lo peor.
  • Ojalá llegue el día en las cuestiones fundamentales, como la vida, la libertad y la seguridad, no necesiten ser explicadas, ni reivindicadas porque seamos capaces de reconocerlas y respetarla. Que podamos reclamar lo que por derecho somos, que además es nuestro y que sin ningún miedo podamos defenderlo, con uñas y dientes, con la fuerza de la ley y el convencimiento de lo nuestro. No bajar la guardia ante lo que quieren malearte el pensamiento.
  • Ojalá llegue al día en que asumamos que los derechos conllevan obligaciones. Que tenemos responsabilidades y las decisiones que tomamos tienen consecuencias a corto, medio y largo plazo.
  • Ojalá no olvidemos que delegar en una panza agradecida nunca es una buena decisión.

Y ahora, voy a por un ibuprofeno.



viernes, 28 de febrero de 2025

DIARIO 3.0


Acabo de confirmar que no estoy en el mejor momento. Una chiquita me ha dejado sentar en el autobús. Lo peor es que he aceptado el asiento. Menopáusica precoz agradece el gesto de la mujer menstruante. Todo llega, hasta los asientos libres.

***

Puse la lavadora en un programa corto. Quería ponerme aquel jersey de lana que aún estaba en el cesto de la ropa sucia. Aproveche y puse alguna cosa más. Subí un pelín la temperatura. Horror, ahora puedo vestir a la Nancy y empezar a pensar en ir de compras.

***

Pido lo de siempre. Un café solo, un vasito de agua (la de Madrid es la mejor del mundo) y unas tostadas con aceite.  Quizá me faltó insistir en el “con aceite” no “bañadas en aceite". Al precio que va el aceite, podría revender el sobrante y forrarme.

***

Hoy he soñado que nos volvemos a ver. ¡Qué alegría, qué ilusión! Quedamos en charlar durante la pausa. Se sienta en primera fila, yo en la cuarta o quinta. En lo que se supone que son dos horas después, levantó la cabeza y ¡Oh! Voló. Menuda estafa de sueño. He estado a punto de pedir la hoja de reclamaciones, pero no.


***


Me dicen que está empoderadísima. Me alegro. Ruego que la feliciten de mi parte y que le recuerden que, cuando va al baño, tiene que tirar de la cadena y bajar la tapa.





domingo, 23 de febrero de 2025

LLUEVE SOBRE BERLÍN


 

Estuvo lloviendo toda la noche.  El cielo se había ido ennegreciendo desde primera hora de la mañana y no había dejado de empeorar hora tras hora, hasta convertirlo todo en una mancha borrosa, indefinida y pegajosa. A esas horas, apenas había nadie en la calle y el sonido del viento atravesando las calles no hacía más que confirmar que esa mañana tampoco iba a ser gran cosa. Desde la ventana veía avanzar el tráfico de una manera lenta, casi quejumbrosa y se alegró, por primera vez, de no tener que salir a trabajar. El viernes le habían entregado la carta de despido, agradeciéndole los servicios prestados y reconociendo que, pese a la improcedencia de su destitución, su futuro más inmediato era la calle o, lo que para ella era peor, la incertidumbre de no saber qué iba a hacer con su vida ahora que todo había reventado. Al llegar a casa se descalzó junto a la puerta, dejó las llaves en el mueble de la entrada y se derrumbó en el sofá esperando que dieran las cinco para ir a recoger a Luisito.

Fue entonces cuando empezaron a caer las primeras gotas y fue en aquel momento cuando pensó que no tenía que apagar el móvil de trabajo porque lo había entregado. Ya nadie iba a molestarla con no sé qué cosa de última hora. Le entraron ganas de vomitar y por un segundo pensó en dejar que el cuerpo se aliviara allí mismo, pero corrió al baño y depositó en el inodoro el desconcierto y el pánico a lo que venía.

Se miró en el espejo y el reflejo le devolvió la peor imagen de sí misma. Menudo panorama.  Miró el reloj y pensó en lo despacio que pasa el tiempo en algunas ocasiones. Se lavó los dientes y se secó los labios con el dorso de la mano, arrastrando los restos de carmín que aún le quedaban. Con el pensamiento desordenado era incapaz de comprender qué había pasado. Pero ella misma se contestó, había pasado lo que siempre pasa, que a los peones se los meriendan antes de las seis. Si pudiera, colaría su mano en su interior y se arrancaría las entrañas. Caminó descalza hasta el dormitorio, se colocó la camisa por dentro de la cinturilla y se recogió el pelo. Volvió a mirar el reloj y recordó que Luisito estaría con su padre durante los próximos cinco días. No tenía nada que hacer, nada de nada. Apagó el teléfono, se sentó en la cama, abrió la mesilla de noche y, a la misma velocidad con la que tragaba un par de pastillas, se metió en la cama completamente vestida. Se fundió en negro.

Se despertó con la boca seca y un tanto desorientada. Bebió un vaso de agua, tragó dos pastillas más, volvió a la cama y se tapó la cabeza hasta quedarse dormida. Fuera, la lluvia seguí cayendo y las calles seguían grises e imposibles. Continuó durmiendo sin soñar nada y solo al cabo de casi cuarenta y ocho horas se levantó con el sonido de la lluvia intermitente.  Se levantó despacio y abrió la ventana. Desde ahí, vio como el tráfico avanzaba lentamente y se alegró de no tener que salir a trabajar. Necesitaba una ducha urgente, un cambio de ropa, saber que su hijo estaba bien y vomitar, una vez más.



domingo, 2 de febrero de 2025

SALVELINOS

 



Te levantas con tos. Pensabas que te habías librado, pero de esta no se salva ni Dios. “Resfriado is comming”, reza en el frontispicio de este domingo. Calientas una taza con agua en el microondas para prepararte una infusión de jengibre, cúrcuma y cosas. Sabes que el calor que proporciona la máquina es de chichinabo y que se enfriará antes de que salgas de la ducha que necesitas para arrancarte la galbana que arrastras y el olor a ñu con el que has amanecido.

Pero ahora ya no sudas, tienes frío y hueles a bergamota porque te has rociado como si fueras a enredar, aunque no saldrás de casa porque, si lo haces, cabe la nada descabellada posibilidad de que te quedes por ahí, tomando un fresco que no te conviene para nada. No eres sueca y el carácter y la salud de una mujer mediterránea no se forjan a cinco grados bajo cero. Es la Candelaria y tú tienes todas las candelas del mundo colgadas de la nariz.

Retomas un sudoku que dejaste abandonado allá por las Navidades de hace un par de años y tragas poquito a poquito, traguito a traguito, la infusión, ya fría, que olvidaste en la cocina y que te apetece menos que cero. 

Bicheas por la red y no sabes si es la fiebre o la mala leche que gastan algunos la que te expulsa y te devuelve a las costas de Alaska. El domingo dominguea. Entre la neblina del Paracetamol y el vaho que exhalas, un salvelino te saluda con un brinco antes de caer tieso. ¡Qué vida esta!




domingo, 19 de enero de 2025

CONGA. QUERIDO JOHN (VIII)

 



Querido John. 

Si quisiera ponerme espiritual diría que pronto cumplirás años allá donde estés. Pero me queda poca espiritualidad. Creo que la quemé casi toda la última vez que sople las velas de ya no recuerdo que cumpleaños. Debí desear algo que hizo plof y se me acabó la mecha.

Ayer, desde la azotea de la oficina, vi una bandada de patos volando hacia el sur.  Puede que hagan parada en los humedales que hay cerca del aeropuerto, aunque puede que con suerte se desvíen y esquiven la mala fortuna de terminar sus viajes machacados por la turbina de un avión.

A veces, la turbina de un avión puede que no sea mala cosa. Si me escucharas decirlo, te reirías ante la brutalidad y la dramatización de algo que ya no digo, para que no crean que tengo unas intenciones suicidas que no he tenido nunca.

Llueve. Aunque debería nevar por el frío que hace. Frío por fuera y frío por dentro. Que la cosa se nos ha puesto menuda y, desde que ya no estás para mí, la temperatura ha caído unos cuantos grados y ya no los levanta ni Dios. Siempre quise saber más y en la sinrazón estaba una razón que me escondiste siempre. Menudo lío. Pusiste patas arriba el desván y te fuiste dejándolo hecho unos zorros. Eso no se hace. Después ya no hubo quien volviera a colocar la quincalla donde tocaba. Diría que la vida se convirtió en un festival que a mí, durante un tiempo, me dio poca risa. Ahora ya no lo sé.

Querido John. Nadie nos avisó de que la vida era eso que iba pasando mientras se producía un escape en el agua del piso de arriba que destrozaría la mitad del tuyo como una representación hostil de la propia vida. Tampoco nos avisaron de que a padre o a madre, da igual, se les iría la cabeza hasta el punto de que verían en ti a un desconocido lejano y fiero. Y olvidaron advertirnos, también, que ese hijo, fruto de un corazón ansioso y una tripa ahora ya seca, te odiaría a ratos, con la ferocidad de una adolescencia que intenta encontrar explicaciones donde no las hay y que tú nunca le podrás dar. Querido John, menuda barbaridad de década. Esto sí que es una conga.

Siempre tuya.

Grace




jueves, 2 de enero de 2025

¡OH, OH!


 

Me dijeron que no sabía cuando iba a llegar, que todo viene por carretera y que, con el tema de la huelga de transporte, la guerra de Ucrania y todas esas cosas incontestables que pasan, es difícil saber cuándo algo llegará a su destino. No es consuelo. La guerra de Ucrania, olvidada ya, va camino de los tres años y aquí no hay muerto que haga temblar la conciencia de aquel que le puede poner fin. Negra noche, blanca noche.  

Reviso el correo electrónico con demasiada frecuencia y cuando paso frente a  la estafeta de Correos, miro de reojo, haciendo ver que no quiero ver, como si eso sirviera de acelerador de deseos. A estas alturas, ni ha llegado y que empiezo a pensar que ni llegará. C’est la vie, mon cheri, me digo mientras doy por perdidos los euros que aboné.

Mis pies levantan las hojas de los almeces que se han desnudado demasiado tarde. Se me llena la nariz de un polvo que me hace estornudar sin parar. Horas después, sigo intentando que el malestar me deje vivir, pero no. Ya no hay primaveras ni otoños de verdad, pero quedaron ancladas en el invierno y en el propio verano las malditas alergias que solían acompañarlos. Una penitencia como otra cualquiera, como la del paso del tiempo, que nunca es exacto, pese a que la métrica intente engañarnos y nos vendan que cada cierto tiempo empezamos de nuevo.

Y en el engaño global del año nuevo, quiero colocar el reloj a cero; maldecir todos esos incontestables que arrasan con cualquier cosa; encerrarme en casa una semana, o más; olvidarme del correo electrónico, y dejar de sonarme la nariz ya desollada, mientras lloro la desaparición, ahora ya para siempre, de un paquete que tenía que llegar a casa por Navidad, como el turrón.