Me he levantado tres veces de la silla, encendido y apagado el ordenador otras tantas después de estar frente a la pantalla, con los dedos sobre el teclado, incapaz de pulsar, con cierto sentido, una sola tecla.
Ayer quería decir muchas cosas y sabía cómo quería decirlas, pero dejé que volaran, y al girar la esquina debieron quedar pegadas en el costado contrario. Hoy, la mitad de aquellas cosas han perdido la poca importancia que pudieron tener hace unas horas.
En la cafetería del Prado hay mucho ruido, pero haber crecido en una familia numerosa hace que, con una facilidad pasmosa, pueda aislarme y no oír nada sin apenas hacer ningún esfuerzo. Así que, sentada en la única mesa libre que encuentro, entre un ruidoso silencio, mientras me quemo la lengua con el café, busco en internet la historia de Doña Isabel de Segura y Don Diego de Mansilla. Los enamoramientos fatales.
Le envío un último mensaje y anoto en la agenda: “Degrain”; enviar a Juan el borrador; pagar el IBI; renovar el carnet de conducir, telefonear a Isabel y buscar “Aire de Dylan”.
Me escuece el labio.
Me escuece el labio.
Ha oscurecido, y sigo mirando la pantalla sin poder escribir nada. Como protector, la imagen de Doña Isabel de Segura antes de la boda que nunca se dio; la imagen de Doña Isabel agonizando, recostada sobre el pecho de Don Diego de Mansilla. Saltan de una a otra, encadenadas como no podría ser de otra manera. Los enamoramientos fatales.
Vagando entre reflexiones difusas, intento imaginar, comprender, la soledad de Doña Isabel, la estupidez intemporal en la gestión de los sentimientos, el miedo al albedrío y en lo mucho que me apetecería quemarme la lengua mientras rozo la suya otra vez.
Ayer lo sabía, mientras me mordía el labio. Pero hoy ya no lo sé, o sí.
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"El tiempo no es algo externo a nosotros, vive en nuestro interior. Sólo nosotros vivimos el pasado, presente y futuro, y el presente es demasiado efímero para que seamos plenamente conscientes de él; sólo después lo recordamos y entonces lo hacemos de forma codificada, si no se disuelve en la amnesia."
Siri Hustvedt -El verano sin hombres-
El tiempo nos agota. Lo acaba todo.
ResponderEliminarMe encantó leerlo.
Un beso.
Sí. Gracias querido, tenerte por aquí siempre es un gustazo. Besos
ResponderEliminarcON EL TIEMPO NO SÓLO, NO ME AGOTO DE LEERTE, SINO QUE ME GUSTA MÁS.
ResponderEliminarla estupidez intemporal en la gestión de los sentimientos. nuestras pequeñas (grandes) tragedias griegas, en un café. magnífico.
ResponderEliminarGracias Raúl. Me alegra verte de nuevo por aquí,y por allí también. Me he acordado muchas veces de tí estos días, espero que estés mejor. Un besazo enorme. No enorme no, monumental.
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