Una de las cosas que no nos debe faltar nunca en la vida es el sentido del humor, sin risas no somos nada. Sobrellevar este valle de lágrimas sin ellas es un completo suplicio.
Puede que por eso me parezcan admirables y geniales el grupo teatral “La Cubana", por el buen humor que destilan y por lo contagioso que es cuando son ellos los que lo promueven.
Hace nueve años que “La Cubana” no presentaba espectáculo, lo cual no dejaba de ser una auténtica desgracia porque no hay grupo teatral en este país, con tan largo recorrido como el de esta compañía, que provoquen, con sus alucinantes y dislocados montajes, semejantes torrentes de risa. Pero estamos de suerte, hace unas semanas estrenaron, en Barcelona, su nuevo montaje “Campanades de boda”.
En su última obra, "La Cubana", como en sus anteriores obras ("Cómeme el coco negro", "Mama quiero ser artista", etc), nos hacen participar, muy activamente, en la celebración de la boda de la hija pija de la familia Rius. Una familia que ha hecho fortuna con el negocio de floristería a base de explotar las exclusivas con los tanatorios de la ciudad, y otros eventos similares.
El tempo del casamiento se sitúa desde las seis horas previas a la celebración de una boda de locura que, como no podía ser de otra manera en la era de la internetes, se celebra (obviando los antaños matrimonios por poderes), por videoconferencia. Barcelona conectada con Bombay, invitados aquí y allí, novios en un hemisferio y otro. Lo grande es que los invitados de la novia, los que están en suelo patrio, no podían ser otros que los espectadores que, sabiendo como las gasta esta compañía teatral, se vuelcan en esa boda ficticia hasta el punto de celebrar a golpe de bailes de Bollywood la misma fiesta.
No falta en la obra, una familia desquiciante e histriónica, la familia Rius, compuesta por un matrimonio separado de madre orquesta y padre policía nacional que no ha querido reconvertirse en Mosso d’Esquadra y que ha rehecho su vida con una francesa borracha y loca; una tía materna soltera y moderna pero menos; una novia que pasa de bodas; un hijo calzonazos atrapado entre las garras de una fiera brasileña, el hijo gay que toca el violoncelo y que se muere por anunciar su deseo de contraer matrimonio con su novio de los últimos siete años; una tía abuela resultante del cruce entre Martirio y Carmen Polo de Franco (con mantilla y peineta incluida), y por otro lado, la familia del novio, que vive en Bombay, y que no tiene desperdicio.Una madre hindú, Sunita, que intenta colocar al abuelo y a las hijas a los invitados que ve al otro lado de la pantalla; la tuna como regalo de complacencia; un modisto con más pluma que un faisán; un actor rescatado de Las Ramblas oficiando una boda en pleno ataque de aerofagia nerviosa y de fondo La Salve Rociera cantada a grito pelado, sustituido por una infumable pero desternillantes "Paraules de Amor" de Serrat, cantadas, en el otro lado del mundo, por un grupo de indios, que ejecutando sus rituales matrimoniales, lo entonan y bailan al ritmo del “E-pita-pita-é”.
Como digo, un auténtico despropósito, tan absolutamente divertido que nadie en su sano juicio puede dejar de ver.
Hacer de lo cotidiano o de lo habitual algo tan surrealista como esta obra, sólo puede ser el resultado de un genio.
El montaje es estupendo, como todos los de “La Cubana”. Y es que no sólo montan y desmontan el escenario continuamente, sino que incluso, yendo más alla del propio escenario, decoran el teatro entero, haciendo al espectador participe en todo ello, como si de un invitado más se tratara. Transforman la platea y lo palcos en una capilla florida y hermosa, sembrada de enormes confetis que llueven desde las alturas del teatro.
El público, irremediablemente, pasa a formar parte de esa locura y acaba disfrazado con los cientos de pamelas y ramos de flores, que los propios actores, repartirán, convenientemente, entre el público. Una boda por videoconferencia convertida en un espectáculo indescriptible.
Desconozco si “La Cubana” tiene pensado llevar la obra al resto de España, imagino que sí y que los giros y bromas que aquí comprendemos por la propia idiosincrasia catalana (ya sabe el “la pela es la pela” etc.) se adaptará allá donde lleven su espectáculo para que no pierda un ápice de la grandísima gracia que tiene.
Les advierto, desde ahora mismo, si ven llegar esa caravana de actores, con una tarta de más de tres metros de altura, coronada por una pareja de novios tan peculiares como la que nos traen con su nuevo montaje, no intenten evitar el canto de sirenas y entren inmediatamente en el teatro, tienen garantizadas dos horas de desternillante risa, de la sana, de la buena y eso, en los tiempos que corren, no tiene precio.
PD.: Olvidaba decir que además, la familia Rius, en pleno derroche obsequia al espectador con la fotografía que, durante la obra, le habrá realizado el fotografo de la boda. Todo un detalle de estos de "La Cubana".
Ah! el enlace musical, una gracia de antiguo a la que no puedo resistirme.
La Cubana es genial.
ResponderEliminarUn beso.
Son divertidísimos. Los vi ayer y son la bomba.
ResponderEliminarBss
PD. Lo de Kenit Idus, no será por los Idus de marzo?
La foto , Anita, la foto tuya con pamela ¡¡ Por favor cuelgala ¡¡¡¡
ResponderEliminarPrometo hacer lo mismo , cuando tenga la mia , por que esa obra no me la pierdo ¡¡¡
Pues existe Poma, existe :)
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