La pantalla indica que faltan dos minutos trece segundos para que llegue el próximo convoy. El andén parece una delegación de la ONU que se multiplica por decenas en oleadas intermitentes que provienen del intercambiador. Los bancos, de resina enfermiza, a esta hora son un bien preciado y adoptan, sin querer, la apariencia de tableros de ajedrez enormes.
Movimientos paradójicos, avances y retrocesos que abocan a la opacidad del túnel que engulle y expulsa, cada pocos minutos, seres anónimos con vidas extraordinariamente corrientes en apariencia. La megafonía y un videoclip, de una calidad dudosa recuerdan al viajero ensimismado que “en los países ricos la gente es sustancialmente más infeliz que en los países más pobres”. Alguien debería despedir a quien decidió animar al pasaje de esta manera.
Una anciana enorme, negra como el tizón, sonríe y comenta en voz baja “eso nos lo dicen para que nos lo terminemos creyendo. Mal de muchos, consuelo de tontos”. La sabiduría intemporal de los mayores.
Entro en un vagón atestado y me sujeto fuertemente al único espacio libre que encuentro, procurando no rozar la mano de mi compañero de viaje. Giro la vista y miro el oscuro espectáculo que discurre por unas ventanas selladas.
En los países “ricos” la gente es sustancialmente más infeliz, pero no todos. Al fondo, sentadas en el escaso suelo que ocupan, dos adolescentes ríen, se acarician y se buscan los labios.
Tocará bajarse, más pronto o más tarde, y hacerle un soberano corte de mangas a la consigna institucional, mientras buscamos los labios ajenos que nos devuelven la sonrisa.
william fitzsimmons -
Cualquiera sabe en que país la gente es más feliz.
ResponderEliminarA saber. Pero me parece horroroso que nos metan con calzador consignas deprimentes.
ResponderEliminarSólo me gusta el metro de medir bosques.
ResponderEliminarUn comentario de la mañana no me dejó poner Kenit el del Folio.
Un Chcho.
Cachis la maldita tecnología :)))
ResponderEliminarChuchazo Kenit