Yo no soy escritora, sólo soy una persona que en muchas ocasiones se pierde, se pierde y, aunque no lo parezca, esto no es más que una válvula de escape. Podría coger una pistola y liarme a tiros pero posiblemente sólo recibiría el menos indicado y cuando yo retornara a la realidad me moriría de pena o vergüenza por el caos creado. Pero como digo me perdí, y de la manera más vulgar y ridícula del mundo, a estas alturas. Y necesitaba una mano, y la necesito, para salir de este atolladero en que se ha convertido mi cabeza a fuerza de montar una película que por lo visto poco tenía que ver con la realidad, o con la realidad que yo pensaba. Dos personas, dos pensamientos y nada que ver lo que uno transmite al otro, dos realidades distintas, una locura. A dice BLANCO y B, que anda agazapado bajo a vete a saber que, dice: anda!!! Pero si ha dicho NEGRO.
Y necesitaba una mano para salir de esto, y no necesitaba una mano cualquiera, necesitaba su mano o quizás tampoco, que se yo, puede ser que en realidad no necesite absolutamente nada y lo que necesite es irme a ver a un psiquiatra a la carrera o buscarme un abogado.
Posiblemente éste no sea el mejor momento para escribir nada, sobre todo porque el Rioja a mí me suelta la lengua y me deja a los pies de los caballo, lo cual es una gran faena a la hora de escribir según que tonterías. Con toda probabilidad esto no sea una buena idea. Y mañana por la mañana al leer toda esta diarrea mental me entren ganas de dar un salto mortal con doble tirabuzón y esconderme en el fondo del mar. No es una buena idea, con toda seguridad no lo es. Pero no quiero parar, ahora no. Ya habrá tiempo de arrepentirse por lo dicho o lo no dicho, quién sabe. A fin de cuentas NADA hay que perder y por tanto nada pierde el que nada arriesga.
El riesgo de balancearse del brazo, de la mano de alguien siempre es el mismo. Que en un momento dado, mientras el impulso te tiene con la respiración contenida y a medio vuelo, te suelte de la mano y acabes estrellándote contra una pared. Y uno debería tener capacidad para prever estas cosas. Pero no la tenemos. Y hoy los lamentos son más tontos que nunca, a fin de cuentas nada se ha perdido o quizás sí. Que sé yo.
Lo único que sé es que todo tiene un precio, incluso las locuras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario