Lleva levantada desde el amanecer, no es nada especial. Con la vida que lleva es extraño que sus sueños se prolonguen más allá de cuatro horas diarias. Una ducha rápida, dejar las cosas preparadas, un vistazo a la agenda y mientras toma el primer café de la mañana, escribir una nota que pegará en el frigorífico dejando las instrucciones precisas para que todo siga funcionando aunque ella no esté. Un beso. Una carrera a coger un taxi.
Va mirando por la ventana, cruzan la avenida a toda velocidad, aún no hay tráfico, de hecho parece que nadie ha salido todavía a la calle. Quizás es pronto, pero hoy no quiere dejar que se le escape de las manos ni un solo detalle. De hecho ha empezado vistiendo el traje más sobrio que ha encontrado, jersey negro de cuello vuelto y altos botines de tacón. El pelo totalmente recogido.Repasa los detalles de la operación, una y otra vez. Está todo decidido, el cruce de correos, comunicaciones, faxes ha sido intenso en las últimas 48 horas. Ni una sola llamada de teléfono.
Son las once, el último café antes de la reunión. Llamada a su móvil, la visita que espera ya está en la Sala de juntas. Faltan diez minutos para que sea la hora establecida, no va a entrar antes. Vuelve a su despacho, coge un cigarrillo, mientras lo enciende, mira por la ventana. Un mensaje en el móvil “acuérdate, hoy cenamos fuera”. Mira por la ventana, dispone de cinco minutos, eso es lo que la separa de afrontar de nuevo la presencia de Raúl.
Apaga su cigarrillo (ha prometido dejar de fumar cuarenta veces en los últimos doce meses). Se encamina a la Sala. Por el cristal semitransparente se perciben tres sombras. No titubea ni un instante, ésto, todo, va a dejarlo cerrado hoy mismo.
Entra, saludos profesionales encaje de manos y “Buenos días, Mario Goyeneche,”. Por un momento duda si se ha equivocado de Sala, mira a su cliente, mira al contrario. Nadie le ha dicho nada pero es evidente que Raúl hoy no está.
A cientos de kilómetros, sentado en un despacho, fumando despacio, está Raúl. Dispone de una hora para salir. Se ha encerrado desde que ha llegado cuando aún estaba amaneciendo, sin hacer nada. Debe presentarse ante el Consejo. Nadie le avisó de la inmediatez de esta Junta. Pretextó una reunión y sólo obtuvo halagos, lo había llevado tan bien que no hacía falta que él estuviera en la firma, ya no había nada que discutir, estaba todo cerrado, iría Mario.Entra, saludos profesionales encaje de manos y “Buenos días, Mario Goyeneche,”. Por un momento duda si se ha equivocado de Sala, mira a su cliente, mira al contrario. Nadie le ha dicho nada pero es evidente que Raúl hoy no está.
Mira por la ventana. Juguetea con el encendedor. Se mira los puños de la camisa, hoy sólo lleva botones. Quizás sea mejor así, a fin de cuentas ¿para que remover el pasado?. El pasado sólo es eso, pasado. Hoy se cierra el círculo, ¿O no?
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