Asisto a un agrio debate sobre la custodia compartida. Mientras oigo a distintos profesionales hablar de este tema, he podido comprobar cómo en función del sexo de la persona que intervenía y, por qué no decirlo, de su funcionamiento neuronal, la inflamación de la vena que le recorre el cuello iba en aumento.
Curiosamente esta horrorosa hinchazón la he apreciado en el cuello de dos jovenes Señoras que allí se encontraban cuando intentaban hacer creer al auditorio que los tíos son lo más malo del mundo, que sólo quieren la custodia de los hijos para no pagar pensión y quedarse con el domicilio familiar. En definitiva, que poseer testosterona te convierte en un inútil para atender a tus niños (eso ya no lo han dicho ellas pero se desprendía de su discurso). Primero, debe saberse que es la custodia, y ésta no es más que el cuidado diario de los hijos, de su día a día. No es la toma unilateral de las decisiones importantes sobre la vida de esos niños, eso pertenece a la patria potestad que es otro cuento.
Pues bien, no sólo han soltado este discurso, que sonaba a soniquete aprendido para soltar su ridícula soflama ante el personal que allí escucha, sino que lo han hecho envolviéndose bajo la bandera del feminismo. VÁLGAME DIOS.
Visto lo anterior y la inflamación observada, a la que no he perdido detalle, pues temía un reventón que me dejara la camisa hecha unos zorros, he decidido bautizar a la venita en cuestión como la vena de la "mater amantisima" y a las señoras como las "Señoritas de Avignon".
Estoy cansada de oír los discursos de feminismo trasnochado que hacen más daño que otra cosa.
El tema de los hijos, cuando es tratado por profesionales, tiene que hacerse con la cabeza y sin las emociones del cliente (esas son sólo propiedad del personal que sufre la ruptura). No se puede perder el rigor técnico-jurídico, sociológico e incluso psicológico de la cuestión.
Recurrir a argumentos tan peregrinos como al "nosotras parimos nosotras decidimos", al "yo sé lo que mis hijos necesitan porque los he parido yo", etc., supone asomarnos al principio del abismo por el que, con toda seguridad, acabaremos arrojando a los menores.
Los profesionales no pueden, no deben, acudir a la vía de la víscera para defender algunas posturas absolutamente inaceptables por lo alejadas de la realidad que se encuentran y que son altamente perjudiciales al interés de los niños.
Soy políticamente incorrecta, desnaturalizada, descafeinada, desnatada si se quiere, en definitiva, una "rara avis", pero estos argumentos viscerales del "no sin mi hijo" a mí no me convencen, y cuando para defenderlos, e intentar convencerme, se intenta el acercamiento por cuestión de sexo, ("ambas somos mujeres, tú me entiendes") y se me esgrimen bajo la bandera del feminismo más trasnochado, a mí, particularmente, me da la risa por lo ridículo que es.
Creo totalmente en la igualdad de sexos en materia de derechos y obligaciones. Creo que los hombres son tan responsables como las mujeres, creo que ellos son tan capaces como ellas para cuidar de sus hijos. Sólo hay que dejarles que lo hagan. Es por este motivo por el que soy del parecer que, en esto de los hijos, sobre todo cuando se produce la ruptura de una pareja, matrimonio o comunidad de vida, los señores algo tendrán que decir.
Hasta hace poquísimo tiempo operaba el automatismo de otorgar las custodias de los hijos a las madres sin valorar que, tal vez, el más idóneo de los dos progenitores para ocuparse de los niños, atendidas las circunstancias no sólo de los mayores, sino principalmente de los críos, fuera el padre.
Hoy, la inercia continua pese a que socialmente las cosas han cambiado. Los padres piden sus permisos de paternidad, educan y están totalmente implicados en la vida de sus hijos tanto como las mujeres. Son padres que ejercen de padres. Sin embargo, conseguir en los Tribunales un trato igualitario entre el hombre y la mujer, todavía hoy, es una ardua tarea. Y ello es así porque son las propias mujeres quienes a gritos piden con sus demandas ser "discriminadas" y ser considerada las "mamás cuidadoras" y las "canguros de los papás", así de duro y así de claro.
Porque aún son ellas quienes sin poder solas, terminando agotadas por el exceso de obligaciones, sin disponer de recursos personales, etc., prefieren no compartir la responsabilidad de criar a sus hijos con quien hasta el momento era su compañero y que continúa siendo padre de sus hijos.
El argumento empleado para defender esta estúpida postura es tan triste como "Es que antes no lo hacía", es que "No tiene ni idea", etc.
Contra eso, sólo hay un argumento: ÉL ES EL PADRE (ha hecho algo más que ceder un gusiluz). No importa que antes no lo hiciera pues ahora quiere hacerlo; antes no tenía ni idea, pues tendrá que aprender y sólo aprenderá si se le deja. Es el padre y salvo que se demuestre lo contrario tiene la misma capacidad y responsabilidad que cuando vivían todos juntos.
Quien no quiera tener la custodia no la tendrá, no es obligatorio (aunque debería serlo). Si uno quiere renunciarla, no la solicita, y así deja vía libre para que el otro la tenga en exclusiva. Pero el que solicita compartirla bajo una decisión totalmente responsable y sólo recibe la oposición tajante y hueca de argumentos del otro, el no por el no, creo que ya nos retrata ante quienes nos encontramos, alguien que básicamente mira por sus propios intereses y no por los de sus hijos. En estos casos, soy partidaria de que se atienda al principio “del progenitor más generoso”, que no es más que primar a aquel que no tiene inconveniente en compartir y fomentar los contactos familiares.
Soy de sangre caliente lo que en ocasiones, si no tengo puesto el piloto automático del OMMMMMM para escuchar determinadas cosas, me provoca un salto como si tuviera un muelle en las posaderas y, noto el regusto de la bilis en la boca del estómago, lo que me hace terminar soltando un discurso que, como digo, a veces no es políticamente correcto, pero en el que yo creo firmemente y que no es otro que el que aquí pongo de manifiesto.
P.D.: Francamente, visto el panorama me quedo con el secador y los rulos
Contra eso, sólo hay un argumento: ÉL ES EL PADRE (ha hecho algo más que ceder un gusiluz). No importa que antes no lo hiciera pues ahora quiere hacerlo; antes no tenía ni idea, pues tendrá que aprender y sólo aprenderá si se le deja. Es el padre y salvo que se demuestre lo contrario tiene la misma capacidad y responsabilidad que cuando vivían todos juntos.
Quien no quiera tener la custodia no la tendrá, no es obligatorio (aunque debería serlo). Si uno quiere renunciarla, no la solicita, y así deja vía libre para que el otro la tenga en exclusiva. Pero el que solicita compartirla bajo una decisión totalmente responsable y sólo recibe la oposición tajante y hueca de argumentos del otro, el no por el no, creo que ya nos retrata ante quienes nos encontramos, alguien que básicamente mira por sus propios intereses y no por los de sus hijos. En estos casos, soy partidaria de que se atienda al principio “del progenitor más generoso”, que no es más que primar a aquel que no tiene inconveniente en compartir y fomentar los contactos familiares.
Soy de sangre caliente lo que en ocasiones, si no tengo puesto el piloto automático del OMMMMMM para escuchar determinadas cosas, me provoca un salto como si tuviera un muelle en las posaderas y, noto el regusto de la bilis en la boca del estómago, lo que me hace terminar soltando un discurso que, como digo, a veces no es políticamente correcto, pero en el que yo creo firmemente y que no es otro que el que aquí pongo de manifiesto.
P.D.: Francamente, visto el panorama me quedo con el secador y los rulos
Gracias, Noire. Bien sabes tú por qué. Gracias.MM.
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