Cuando paras, tomas consciencia de la realidad y desistes de "dejarte llevar", todo se torna complicado. Es muy complicado compaginar la vida, la de verdad, con la que, en muchas ocasiones, hemos forjado durante años en nuestra cabeza y con la que hemos ido creciendo en paralelo.
Es difícil, todo es difícil. A veces demasiado. Nos hacemos líos, nos complicamos la vida y nos volvemos terroríficamente estúpidos e inconscientes. Lo tenemos todo y en realidad no tenemos nada.
En ocasiones, de manera irracional, y en otras, con total consciencia, vivimos como si la persona que somos, fuera una totalmente distinta, una casi desconocida. Intentamos que funcione la evidente sin entregarle ni una pizca de nuestra alma que reservamos para la invisible. Un doble "yo", una vida equidistante que camina paralela a la real que, aunque secretamente lo deseemos, no desaparece ni muta. Pero la realidad es tozuda, muy tozuda y de golpe, con una bofetada, te sitúa de nuevo en el punto en el que estabas antes de salirte de tu propia realidad. Por eso empiezas a caminar como un fantasma, transitando por una existencia que crees no te corresponde. Pero seguimos caminando, más cansados, un poco más locos, un poco más solos, en definitiva, viviendo la realidad que nos ha tocado o, mejor dicho, que hemos escogido, bien o mal, pero ese es otro tema.
Soy consciente de que parece un texto esquizofrénico, pero es lo que hay. Quizás el sueño o el veneno que tengo inoculado dentro provoquen estas líneas.
Es difícil, todo es difícil. A veces demasiado. Nos hacemos líos, nos complicamos la vida y nos volvemos terroríficamente estúpidos e inconscientes. Lo tenemos todo y en realidad no tenemos nada.
En ocasiones, de manera irracional, y en otras, con total consciencia, vivimos como si la persona que somos, fuera una totalmente distinta, una casi desconocida. Intentamos que funcione la evidente sin entregarle ni una pizca de nuestra alma que reservamos para la invisible. Un doble "yo", una vida equidistante que camina paralela a la real que, aunque secretamente lo deseemos, no desaparece ni muta. Pero la realidad es tozuda, muy tozuda y de golpe, con una bofetada, te sitúa de nuevo en el punto en el que estabas antes de salirte de tu propia realidad. Por eso empiezas a caminar como un fantasma, transitando por una existencia que crees no te corresponde. Pero seguimos caminando, más cansados, un poco más locos, un poco más solos, en definitiva, viviendo la realidad que nos ha tocado o, mejor dicho, que hemos escogido, bien o mal, pero ese es otro tema.
Soy consciente de que parece un texto esquizofrénico, pero es lo que hay. Quizás el sueño o el veneno que tengo inoculado dentro provoquen estas líneas.
De esquizofrénico nada de nada.
ResponderEliminarTodos sentimos esa dualidad. Unos lo cuentan y otros no.