Me gusta quedar para tomar café o copas con mi amiga Berta. Es una persona estupenda, extrovertida, alegre, muy mona, pero de vez en cuando hay que pasarle el "sutilómetro" porque cuando se acelera parece que la delicadeza la haya guardado en el fondo de su bolso. Pero en realidad, es pura fachada. Berta es una persona muy reflexiva, más contenida de lo que aparenta, muy amiga de sus amigos, algo apasionada (en exceso digo yo), sensible y terriblemente gilipollas cuando suma una característica con otra sin apuntar bien donde lo hace.
Hoy, Berta reclamaba un cafe rápido de mediodía, le he dicho que no tenía tiempo, que hoy no podía ser, me ha prometido un red-bull (para sobornarme, sabe que me han prohibido su toma pero que yo me muero por ellos). Como no funcionaba ha amenazado con tirarse a la vía del metro en el que andaba (he olvidado decir que en su niñez quería ser actriz). Así que pese a que hoy, como diría Aida, "no tengo el chi-chi para farolillos", he terminado en un cutre-bar tomándome un cafe (se ha arrepentido de la promesa del red-bull). Ha sido media hora, no más, pero ahora me duele el estómago, no se si por la película escuchada (bien podría ser una película propia), porque el café era más malo que la tiña o porque después de oirla lo que tengo claro es que la gilipollas soy yo.
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