viernes, 11 de septiembre de 2009

DOLOR EN EL ESTERNON Y EN EL ALMA


Hoy he visto el desconcierto, la locura y por último el terror en una cara que ojalá nunca hubiera visto, ni tuviera que volver a ver jamás. Las cosas por sabidas o por esperadas no son menos traumáticas. Tratar con niños es difícil, tratar con niños que han sido sujetos de violencia (odio la expresión “objeto de”) es muchísimo más complicado.
Si eso es difícil, más difícil e ingrato es tratar con quienes se suponía que por naturaleza o por ley (cada uno acuda a lo que le dé la gana: iusnaturalismo o positivismo, qué más da), deberían estar cuidándolos, protegiéndoles, queriéndoles para que pueda ser adultos cabales y felices dentro de la locura e infelicidad que rige este mundo; y sólo han sido capaces de darles una vida de ansiedad, angustias, miedos y golpes. Al mundo se le llena la boca de “mi hijo”, “es MI hijo”, y yo me pregunto ese “MI” pronunciado como el posesivo más poseso, ¿qué significa?.
La sangre no es más que un fluido que recorre nuestro cuerpo y nada tiene que ver con el amor o el cariño a un niño. El amor “padres-hijos” se genera a partir del apego sano y seguro que establecemos las personas, pero desde luego no por el hecho de que tengamos uno u otro ADN recorriéndonos las venas. Eso es lo de menos (aunque a veces nos pensemos que es lo de más). Creo que los padres (biológicos o no), son una estación de paso, los sherpas que nos marcan el inicio del camino, pero lo cierto es que a la cumbre uno debe terminar llegando sólo, siendo capaz de volver la vista y agradecer con verdadero amor a nuestros guias lo que por nosotros han hecho desde el inicio.
Pero eso no siempre es así. Hay personas que jamás deberían tener un hijo, no hablo de simple biología. Porque los hijos no son una propiedad a la que se pueda vapulear, golpear, destrozar y manipular. Los niños son esos locos bajitos que serán los adultos semi-cuerdos del mañana, y la esperanza de una vida mejor para todos. Por eso, a veces, no queda otra que intervenir, provocando un inicial dolor a este pequeño que se había convertido en un felpudo humano (que no conocía más realidad que la que vivía entre las cuatro paredes de su casa, por muy horrenda que fuera y que por tanto no conoce otra), para darle una verdadera oportunidad y posibilitar el ejercicio de la resiliencia y darle un giro a su precaria existencia. No debe importarnos demasiado el falso dolor de un adulto que no ha sabido ser persona y que tuvo cientos de oportunidades para serlo, siempre se tienen.
Hoy no sólo me duele el esternón, golpes de la vida, sino que me duele el corazón.

suzanne vega-luka -


2 comentarios:

  1. Es extraño sí.
    Antes teníamos hijos para que los explotase el capital. (se decía)
    Ahora tenemos hijos para hacer botellones, y mantener vivo el genuino y único y genial
    sabor del Whisky Dick, excelente para mezclas mil.

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  2. Nuestros hijos no son "nuestros" son hijos de la vida. No se quien lo dijo ...pero es cierto.

    La responsabilidad de "educar" o mejor dicho de hacerse cargo del buen desarrolo (emocional, físico y psquico) de esa semilla, un niño, que en su día germinará adulto, es ENORME, es en mi opinión la tarea más difícil y gratificante del ser humano.

    Tod@ aquél, que intenta enmendar el "desastre" (por vocación, profesión o ambas cosas)es digno de elogio.

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