Tacho los días
pasados. No sabría decir si son muchos o pocos. El tiempo, como casi todo,
también es relativo. Un día puede ser un microsegundo vital mientras y ese
nanosegundo que te arranca la vida parece durar un año entero. Veo la luz de
sol en escorzo que es tanto como decir que apenas veo llegar algún que otro
rayo que se escapa en estos días de invierno. Contesto algunos mensajes, dejo
pasar las llamadas. Hablar me cansa. Aprovecha para leer, aprovecha para
escribir, aprovecha para estudiar, aprovecha para ir adelantando. El
aprovechamiento como comodín a la interrupción de la vida corriente me aburre,
pero me lo callo y lo dejo pasar porque el “aprovecha” me da mil patadas. Voy
hasta la cocina y tardo algo menos que en hacer la San Silvestre vallecana, que
no es poca cosa. Coloco una cápsula y me pido, “aprovechando” la cosa, que el
café sea larguito y con un poco de espuma. Me obedezco mucho y bien. Aprovecho
para comerme un par de galletas de canela mientras contesto a un WhatsApp con
muchas palmaditas y un emoticono de sombrerito y matasuegras. El gran bluf de
los emoticonos llegó para quedarse y ahora todo puede resumirse con caritas y
muñecotes. El horror confirmatorio de lo cutre que somos. Debería para algo, no sé el qué, así que no lo hago y pierdo el tiempo escuchando el murmullo
de la tubería que parece quejarse tanto como yo cuando el repartidor de Amazon
me deja un paquete para el vecino que ha decidido que mi casa es su central de
entregas. Alguien debería regar las plantas, porque, aunque sea invierto, las
benditas también tienen derecho al agua y al abono.
miércoles, 28 de diciembre de 2022
EL PAN Y LA SAL
miércoles, 21 de diciembre de 2022
NOSOTROS, LOS DISFRUTONES
He vuelto a casa por Navidad, como el turrón. Llevo
un costurón en el cuerpo digno del mejor modisto del momento. Cada punto de la cadeneta es como un
canto a la alegría y la esperanza. No me puedo mover, hoy. Mañana será otra
cosa. La vida es eso que va pasando, mientras te empecinas en miles de paridas
que contaminan y olvidas que todo eso, lo atufante, es accesorio. Quiero creer que
el dolor de hoy es la salud del mañana, que la penitencia durará lo que dura un
cubito en un “whisky on the rocks”. Al final, no queda
otro que apretar los dientes y seguir adelante. Los disfrutones de la vida tenemos la
ventaja de ver cosas buenas en cualquier sitio. Pienso en la enorme suerte que
eso supone, mientras recojo con el dedo los restos de canela que han quedado en el
plato del desayuno. Miro el apósito ¡Vaya tela! Estoy en casa y eso es lo que
importa. Fin de la nota. Mañana, si se puede, más.
domingo, 4 de diciembre de 2022
SABES QUE TE HAS HECHO MAYOR...
¿Cuántas veces has dicho aquello de “Sabes que te has hecho mayor cuando…”? En las redes sociales se lee con frecuencia y la
frase continúa de manera manera más o menos chistosa con cosas como “Cuando descubrí que la
lavadora no funciona sola”, “Cuando decidí que lo mejor del viernes noche era
ponerse el pijama de felpa, enchufar Netflix y dormirse en el sofá antes de las
diez”. Muchas veces he dicho o escrito tonterías como esas. Pero, cuando lo pienso de
verdad y dejo el chiste de lado, la cosa pierde bastante gracia. Porque la verdad es que fui consciente de haberme hecho mayo, el día que me di
cuenta que, con demasiada frecuencia, espiaba la nevera de mi madre para saber
si estaba comiendo bien; o que cuando iba a su casa le contaba las pastillas para controlar si se
las tomaba o no; o cuando una mañana me aposté en la esquina de su calle
esperando a ver si salía a pasear como ella afirmaba que hacía a diario y de lo que yo
tenía mis dudas. Y me di cuenta no solo de que me había hecho mayor, sino que a ratos, cada vez más largos e intensos, había dejado de ser hija para convertirme
en una especie de madrastra con buenas intenciones pero ofuscada que se siente culpable en el papel que ahora le toca interpretar. Y es que cuando se empieza con esa supervisión
que llega por necesidad, los papeles empiezan a invertirse y ya no hay marcha atrás. Un día, como otro
cualquiera, descubres que se salta la dieta a escondidas, o que abre la puerta
de casa sin preguntar quién es, y mil cosas como esa que te hacen sufrir a ti y
a ella un poco menos. Y la riñes como si fuera una niña mientras te mira con
cara de querer mandarte al guano pero no lo hace. Y entonces, tras el sofoco,
te sientes mala como la tos porque a veces pierdes los papeles, y aunque después
intentas arreglarlo, te das cuenta de que pecas de condescendiente y te lías, mucho. Te toca
hacer lo que no quieres y nos siempre sabes manejar la situación. Intentas volver
a tu papel de hija y ella, por un rato, te deja y toma el mando porque, aunque mayor, sigue siendo tu madre y tú su hija. Pero el orden se invierte de una manera cruel y ya no hay vuelta atrás ni queriendo.
domingo, 27 de noviembre de 2022
QUERIDO JOHN (VI)
Fernando Pessoa
Querido John:
Hoy
me he acorado de ti. Me he sentado frente a la ventana y he pensado en la
indefinición en la que vivimos. Ya no sabemos quienes somos, ni lo que somos,
ni lo que los otros creen ser. Es difícil de entender fuera de estos tiempos
raros en los que nos ha tocado existir y que no son nada interesantes.
Repetimos, a peor, lo que otros vivieron antes. Pero supongo que eso no es nada
nuevo. La historia se retuerce para repetirse una y otra vez y no hay memoria suficiente
para impedir que la estupidez vaya transitando generación tras generación. Solo
puede decirte que, aunque te echo mucho de menos, toda esta locura que te
ahorras.
Busco
la manera de sobrevivir a lo chusco, a lo obsceno del matonismo ideológico, pero
no siempre lo consigo. Me agoto y lo apago todo, desaparezco durante nos días,
aunque al final acabo volviendo, pero cada vez con menos fuerzas, cada vez con
menos ganas.
Hace
unas semanas comenzó la migración de los vencejos. Sortearan tormentas y
llegaran a destino los que consigan sobrevivir mientras nosotros continuamos
intentando encontrar sentido a la vida. En el tejado, oscurecidos por el
invierno, quedan los huecos en los que anidaron la pasada primavera.
Fuera
de aquí hace frío. Demasiado.
Siempre
tuya.
Grace
jueves, 17 de noviembre de 2022
¿QUO VADIS, IRENE?
El sistema legislativo de un Estado es un microcosmos en el que las normas deben encajar unas con otras como en el engranaje de un reloj. La Constitución como vértice desde el que se van expandiendo las leyes, los decretos, en definitiva, cualquier tipo de normativa que regula la vida de los ciudadanos. Pero los políticos desprecian la necesidad de someter sus consideraciones a la existencia de principios legales y constitucionales que no pueden esquivar, y prefieren pensar que su ordeno y mando todo lo puede. Prefieren ignorar que la creación de normas eficientes y eficaces precisa de una buena técnica legislativa. Una ley no es una isla sin más limite que el mar que la circunda. Legislar es difícil, mucho. Requiere de un amplio conocimiento de la materia sobre la que se pretende tratar, de todas aquellas otras con las que se van a interrelacionar, y realizar un un profundo análisis de las consecuencias que dicha norma puede conllevar.
La Ley de Garantía de la Libertad Sexual, la llamada del "solo sí es sí", es un buñuelo legislativo de cuyas nefastas consecuencias, y perjuicio a las víctimas, ya venían advirtiendo los distintos operadores jurídicos. Su entrada en vigor está suponiendo la revisión a la baja de las condenas de delincuentes sexuales por la aplicación retroactiva de la norma más beneficiosa para el reo. Este principio, que no es nuevo, ni se lo ha inventado una componenda de jueces marichulos amamantados bajo la teta de una sociedad patriarcal a los que ahora señala el Gobierno, se encuentra recogido en la Constitución del año 1978 y en el propio Código Penal que nuestros gobernantes parecen ignorar.
El papelón de la Ministra de Igualdad es tremendo. Sin embargo, y pese a la nefasta gestión de esta señora, no debemos olvidar que la Ley no la aprobó ella sola. El pastiche legal que tiene en danza es responsabilidad de muchos que ahora callan o bajan la voz mientras miran a otro lado. La responsabilidad, como no puede ser de otra manera, también recae sobre todos aquellos que contando con cientos de asesores y medios, miraron a otro lado, dejaron de presentar las correspondientes enmiendas, e hicieron oídos sordos a los informes y dictámenes que avisaban de cuáles serían las perniciosas consecuencias que la ley tendría.
Pero los vendedores de humo, los estómagos agradecidos que ocupan los escaños de nuestro Parlamento y los miembros del Gobierno consintieron y jalearon una norma nefasta y, como he dicho, totalmente innecesaria.
Ahora toca intentar salvar los trastos responsabilizando a quienes lo aplican porque es su obligación. Un insultar y señalar continuo sin mayor razón que su propia incompetencia. Al poder judicial le viene tocando recibir desde hace mucho. La deslealtad institucional se ha instalado en la Moncloa y en el Congreso de los Diputados. Injurian a los operadores jurídicos que trabajan con las normas que ellos crean y ofenden a la ciudadanía con sus embrollos y deslealtad. Machista, dicen. La justicia es machista, sus miembros son machistas, todos y todas somos machistas menos ellos.
martes, 1 de noviembre de 2022
DIARIO 2.0
I.- Guardo para mi algunas cosas
que he dejado de decir en voz alta porque me irritan las discusiones que tienen
su fundamento en el hígado. Discusiones que carecen de la más mínima motivación, de sentido común.
Opiniones puede haber mil y la posibilidad de cambiar de posición debería ser
algo encomiable cuando es producto de la reflexión, del pensamiento crítico y después
de conocer otras realidades, de intentar saber de lo que se habla y de escuchar
a los que de verdad saben. He tirado la toalla porque el enfrentamiento
continuo e irracional me agota y me pone de mal humor. Cultivo hacia dentro y
solo cuando, por sorpresa, aparece el momento y lugar adecuado dejo que la
opinión fluya y se nutra. Opinar contracorriente en un mar de
bazofia y enfrentamiento gratuito exige templanza y una buena dosis de antiácidos.
II.- La muerte de un niño siempre
es una desgracia. Pero cuando ese niño muere a manos de alguno de sus progenitores,
da igual si es asesinado por su padre o por su madre, la atrocidad ya es inmensa,
inasumible. Los filicidios por venganza no son patrimonio de nadie. Vivimos en
tiempos en los que se acuñan expresiones que pretenden graduar la desgracia, en más o en menos, en función del autor de la misma. Aceptar
con naturalidad, y sin el más mínimo asomo de bochorno, el concepto de violencia vicaria es aplaudir la tremenda barbaridad de considerar que la víctima principal y directa del hecho
brutal, el niño o la niña muerta a manos de su padre o de su madre, no merece ni la misma consideración,
ni la misma repulsa en función de en manos de quien muere. Aceptar que las consecuencias brutales que para un padre o
una madre significa tener que asumir la muerte violenta de su hijo a manos de
aquel con quien lo engendro, es una monstruosidad ideológica con tremendas
consecuencias cuando esos sesgos llegan a la ley. Y llegar ya han llegado. Porque la cosa no va ni de machismo,
ni de feminismo, sino de adultos que creyéndose mejor que el otro, decidieron que
su propio hijo valía tan poco que merecía ser utilizado para, quitándole la vida, causarle al otro un
dolor infinito. Porque los progenitores que matan a sus
hijos, por venganza, por despecho, jamás los quisieron. Las cosas son así.
III.-
Acabé de leer “La gula” de Asako Yuzuki volviendo de Madrid. En el
subconsciente se me grabó el olor de la mantequilla y la idea de que hace falta
muy poco para que la vida se descoloque y que el rumbo se pierda sin apenas
hacer nada. Queda como secuela, que remitirá en breve, la recurrente visita a
la nevera del refrigerado en busca de la margarina que Manako Kajii desprecia tanto como los otros registran
su propia irrelevancia.
IV.- Espero ansiosa que vuelva a escribir como dios manda, que no sé muy bien cómo es eso, pero que tiene algo con ver con leerle y quedarse un tanto colgada de lo leído.
domingo, 23 de octubre de 2022
REMAR
Pienso en llamarle. Tengo el firme propósito de hacerlo. De hacerlo de inmediato, sin dejar pasar más tiempo. La vida es breve, me digo. Espero un poco, quiero calmarme y no quiero hacerlo en mitad de la calle. Me distraigo y oigo mal. Pero no voy a esperar más. Hoy llamaré. Llevo demasiado tiempo dejándolo para más tarde. Dudo si aun conservará el mismo número o si lo habrá cambiado. Hace mucho que no sé nada. Me tiembla la mano, me tiemblan las ganas. Igual ha muerto y yo sigo aquí, pensando en marcar su número y no carraspear si descuelga. Mientras voy dándole vueltas, llego a casa, tengo que recoger algunos papeles y volver al trabajo. A mediodía, vuelvo sobre la idea, un poco menos entusiasta que esta mañana, de llamar. Pero llega la noche y no llamo. Me aturullo, me agobio, me canso y me rindo. Sacudo la mano que se me ha dormido y ahora ya sé que hoy tampoco voy a hacerlo. El aire vuelve frío y no me queda batería.
domingo, 9 de octubre de 2022
TE LLAMARÉ JUEVES
Los
jueves se retiran los muebles y trastos viejos. Los vecinos los amontonan
frente a los portales en espera del camión del reciclado. Darse una vuelta
antes de que los retiren es una cosa bien curiosa. Las costumbres de unos y las
vergüenzas de otros quedan al aire. Los jueves son días de sofás masacrados por
gatos desalmados que dejan la tapicería para el arrastre; de restos de sillas
de las que hoy apenas queda nada que las recuerde y de trastos que dicen mucho
cuando ya no sirven para nada. Pero entre lo quebrado siempre queda posibilidad
de que alguien sea capaz de ver un tesoro.
Durante la pandemia encontré el mío
junto al contenedor del reciclado. Un arbolito que alguien había dejado a
hurtadillas, en un día que no correspondía y que yo, contra toda prudencia, me
llevé a casa. Le cambié la tierra, lo regué y dejé que el sol de una incipiente
primavera, que se nos moría a días sí y a días también, obrara el milagro de la
resurrección. Solo pedía un poco de cariño y atención, un poco como a todos
durante aquellos días. En realidad, como todos los días y desde siempre. Ayer,
jueves de nuevo, le quité unas ramitas secas. Llegó con los primeros aromas de
una primavera silenciosa y miedosa. Pero ahí sigue, sobreviviendo.
lunes, 26 de septiembre de 2022
ATRAPADOS
Hoy entré en el estanco a comprar
un abono de autobús. Para pagarlo he tenido que rebuscar en el bolso los casi ocho euros que tenía que pagar en metálico porque no aceptaban
tarjetas. No me parece mal, todo lo contrario. El plástico se ha convertido en
un modo más de control. Escapar a los mecanismos de vigilancia sobre lo que gastamos, sobre hacemos,
lo que ansiamos, incluso sobre lo que fantaseamos, es casi un
imposible. Hablo por el teléfono sobre la mampara el baño y se me llena terminal
de anuncios de reformas, de platos de ducha y de accesorios varios. Los
extractos de las cuentas bancarias dan mucha información, lo mismo que los
comentarios dejados en las reseñas de Google. Y la información es poder, un
poder que en el peor de los casos sirve para manipular, para que otro decida lo
que los demás vamos a comprar, a leer, a ver en televisión y, en el peor de los casos, el discurso que algunos repetirán sin cuestionar lo que otros quieren que repitan . Lo que creemos una
elección propia, o incluso el azar, se convierte en una triste falacia que
intentamos evitar para no avergonzarnos de nuestra propia quietud. Nadie está
libre del control absoluto que, en forma de oferta desmesurada, nos atrapa y
nos mantiene donde quieren que nos mantengamos y sin salirnos del renglón. Hoy
he pagado con unas cuantas monedas, mañana ya no sé si será posible.
domingo, 18 de septiembre de 2022
SIN HACHE
Sin hache, sin nada.
domingo, 4 de septiembre de 2022
ENOLA GAY
martes, 30 de agosto de 2022
BOE PARA DESAYUNAR
En esta última legislatura (resultado de elecciones del 10 de noviembre de 2019), la producción de normas viene siendo un no parar. Pero producir mucho no quiere decir producir bien. Las normas, más allá de la carga ideológica que se trasluce de cada una de ellas, tienen que estar al servicio del bien común, de todos y cada uno de los ciudadanos a los que les afecta, y que además permita una interpretación clara de la misma. Pero todo eso parece que últimamente no importa. Pedir la existencia de consenso social como parámetro para su elaboración es, en estos momentos, una mera ilusión. Uno de los mayores exponentes de la mala técnica legislativa que estamos viviendo es la sobreutilización del Decreto Ley. El poder para la creación de normas no corresponde al Gobierno sino al Congreso de los Diputados y solo de manera excepciona y extraordinaria se faculta al Gobierno para dictar normas cuando concurre una circunstancia de extraordinaria y urgente necesidad. Pero lo excepcional se ha convertido en el modo normal y la falta de rigor legislativo, mediante la utilización de una técnica más que deficiente, está dando lugar a verdaderos churros legislativos de los que la ciudadanía no siempre es consciente, salvo cuando se ve directamente afectada por ella y, a veces, ni así.
El BOE, que el personal de a pie apenas lee, recoge las normas que, conociéndose o no, vinculan y obligan. Pero la fábrica de producción no funciona, al menos no funciona bien, por eso es habitual encontrarnos con esperpentos legales de difícil aplicación, imposible interpretación, que en muchas ocasiones conculcan principios y derechos constitucionales de una manera verdaderamente calamitosa. Esperpentos legales a los que se le da mucha publicidad mediante una propaganda extraordinaria, en muchas ocasiones faltando a la verdad, sin analizar ni el contenido, ni las consecuencias de lo aprobado. Como ejemplo de esto último la que será la ley del "solo sí es sí" con el que el Gobierno se empeña en engañar a la ciudadanía diciendo que por primera vez el consentimiento se vertebra como eje en las relaciones sexuales y en su libertad para decidir, como si ese consentimiento, al que ahora se hace tanto mención, no hubiera estado como hasta ahora cabecera de los delitos contra la libertad sexual cuando eso, en realidad, se encuentra regulado en el Código Penal desde hace ya muchos años.
Por eso, no deja de ser enternecedor, por decirlo de alguna manera, ver las discusiones bizantinas que se establecen a través de las redes sociales cada vez que en los titulares de la prensa aparece anunciada a la publicación de una nueva norma que toca material sensible (libertad sexual, género, feminismo, violencia y maltrato, ocupaciones de viviendas, salarios mínimos, etc.), sin que nadie se la haya leído y, en ocasiones, sin que ni siquiera ha sido aun publicada en el BOE, como es el caso de la famosa ley del "solo sí es sí".
Pero la vida moderna empuja a saber de todo, a discutir de todo, a meterse en jardines desconocidos sobre el que el personal chapotea como gorrino en lodazal. El nuevo divertimento de los adultos con internet consiste en apoyar o denostar, sin fisuras, eso da igual, cualquier norma que toque material sensible, y vomitarlo sin pudor en las redes sociales. Algunos buscan notoriedad; otros que por primera vez alguien les haga caso; y otros desinformar y atocinar a quienes están dispuestos a tragarse cualquier cosa dependiendo del color que lo divulgue. Pero este es el signo de los tiempos. El pensamiento crítico ha muerto.
Vivir de oídas siempre ha sido una manera de vivir, aun a riesgo de que cuando el cocodrilo ya está encima, vengan los lamentos, el colapso retardado, y la existencia del BOE se torne un mal sueño gris y triste como una mañana sin café .
martes, 23 de agosto de 2022
LO SÉ Y TÚ TAMBIÉN
domingo, 7 de agosto de 2022
CITAS
jueves, 28 de julio de 2022
TOUCHÉ
Dejamos de lado algunas de las cosas que, sin ser necesarias, nos hacen la existencia menos común y más nuestra. Nos
engañamos y se lo achacamos a la falta de tiempo. Pero el abandono casi siempre
obedece a que el estímulo que nos mantenía en ellas se diluye entre el maremoto
de lo cotidiano. No es el tiempo, somos nosotros y nuestra falsa necesidad. Lo necesario arrolla y lo inminente achica el
espacio dejándolo cada vez más estrecho, más pequeño. Pienso, en plena contradicción
mental, en la necesidad de mirar sin pensar en nada como la única manera de ver
que vale la pena. La única forma en la que lo que pasa por los ojos llegue mucho más lejos de lo que
siquiera se pueda intuir.
Ayer, tumbada en la cama, volvió su tez cetrina, las canas despeinadas y el mismo gesto distraído que le vi en la infinidad de ocasiones que, desde el otro lado de la habitación, le buscaba sin otra misión que esperar a que terminara lo que estuviera haciendo para después salir a la calle. Ahora, perdida en esa nada tan cercana como inasequible a la vez, la existencia se alborota con imágenes que aparecen y desaparecen como los fotogramas de una película antigua. En el silencio, sobrevuela la idea de retomar lo aparcado en el camino.
Todo sigue.
lunes, 18 de julio de 2022
AVIONES PLATEADOS
Guardó el paquete de cigarrillos en el bolsillo. No quería fumar y quería fumar
al mismo tiempo. No debía, pero quería. Las ganas le iban por libre y, cuando
menos lo esperaba, la mano revolvía hasta dar con la cajetilla. Solo cuando la
tenía sujeta se arrepentía y recordaba que no debía, aunque quisiera. Te falta
voluntad, se dijo. Era cierto, no solo el evitar fumar le provocaba ese tormento que le rebotaba por dentro y le devolvía el mensaje de su poco fuste, de su
tendencia a no soltar lo que sabía que no debía retener. Por eso estaba así, doblando
cigarrillos para no fumarlos, revolviéndose en la cama cada vez que su ausencia
se convertía en un peso en el pecho que solo se aliviaba si fumaba un poco. Todo
un plan. Bebió un vaso de agua y salió a la terraza. Contó hasta cinco aviones,
dos aterrizaban, tres despegaban. Vivir cerca del aeropuerto siempre le pareció
una idea nefasta, hasta que dejó de dormir y el entretenimiento pasó a ser intentar
identificar la compañía aérea. Demasiado avión para ser tan pronto. Demasiado
rápido todo, demasiado funcional, demasiado precario. Volvió a la cama, se tumbo
sobre ella y simuló formar volutas. Quería fumar y ya ni los aviones le servían.
domingo, 10 de julio de 2022
BORBOTEAR
Durante dos semanas las instalaciones han estado a medio gas. La razón, al parecer, un arreglo que precisaba de una pieza que no se de dónde tenía que venir pero que, entre la guerra de Putin, la falta de contenedores para transporte y el precio del carburante, el repuesto demoraría el pleno rendimiento de la sala de aguas sin poder concretar tiempos. Cada tres días he recibido un correo electrónico informando del estado de la cuestión hasta el último de ayer. Por fin. Así que este domingo, tan radiante y caluroso como el anterior, me moría de ganas de disfrutar de mi absoluta indolencia y vagancia en la “zona de aguas”. He generado un vínculo muy estrecho con el hidromasaje que, cuando encarta y madrugo, me proporciona un medio tan artificial como húmedo en el que, durante media hora, la cabeza me funciona a mil y al salir, con la tiritona que da el cambio de temperaturas entre el dentro y el fuera, olvido las cosas en las que he estado pensando. Sustituye al diván del psiquiatra y es bastante más agradable. En una secuencia de escasos cuarenta minutos, puedo pasar de la felicidad y alegría, a la tristeza más absoluta en función de la película va por libre y no controlo. Pensar según qué provoca esas cosas. Al menos a mí. Sumergida en el agua, con el borboteo por toda compañía, he hecho y deshecho la madeja de la vida. Historias que el agua, hoy un poco más fría y clorada, borra en cuanto pongo el pie en la escalerilla. Por eso, esta mañana, aprovechando que nadie madruga para ir a un spa, he tomado posesión de mi reino y, como aquel que no quiere la cosa, con los auriculares clavados, he acabado cantando por lo bajo:
¿Tienes frío?
Pero a veces lo hago un poco difícil.
Perdón
Suerte que tú ríes y no te enfadas
Porque eres más lista y menos egoísta que yo
¿Todavía tienes frío?
Bueno, cierra los ojos un minuto
Que te llevo a un lugar»
domingo, 3 de julio de 2022
JULIO 2.0
No tengo ventana al exterior.
Cada cierto tiempo, cuando la pulsera fit me avisa que llevo demasiado tiempo
sentada, me levanto y me doy una vuelta hasta la entrada del edificio. Miro al cielo y después a la calle. Dejé,
hace un par de horas, un calor sofocante. Quedó en la puerta, pero ahora, al
asomarme de nuevo, recibo un bofetón térmico. Puede que haya llovido y yo no me
haya enterado. A veces, cuando uno menos lo espera, una tormenta empapa las
aceras y deja tras ella una promesa de humedad y castigo. Deshago el camino
para volver y subo por la escalera hasta la tercera planta que, en realidad, es
una cuarta mientras una gota de sudor me recorre la espalda hasta quedar atrapada
en el dique de contención de la cinturilla del pantalón. He dejado el aire
acondicionado puesto y al entrar noto ese frío artificial que se agarra a la
garganta y convierte el despacho en una extensión de la antigua Siberia. Me pongo
una chaqueta multiusos y no descarto traerme unos calcetines para los momentos en
los que las sandalias sean parte de un disfraz que aquí dentro, bajo una refrigeración
exagerada, no pega nada. Julio puede ser extraño y las pruebas ahí están, sobre tu mesa.
miércoles, 22 de junio de 2022
NIEVA EN AMSTERDAM
Pago con la tarjeta de crédito y salgo
a la calle con un adiós que nadie contesta. He llegado antes de hora. Subir ahora sería descortés. El tiempo es un bien preciado y llegar tarde es tan
descortés como llegar demasiado pronto. Me siento en las butacas del portal y
espero. Echo de menos un portero, un conserje, que me pregunte a qué piso
voy o si estoy esperando a alguien pero nadie manda en esta plaza. En el mostrador se acumulan los folletos de
publicidad. No entra ni sale nadie. Me reclino un poco y miro el teléfono.
Falta una eternidad. Quizá debería salir a la calle, dar una vuelta a la manzana, tomarme un café, otro más, y volver en un rato largo con una especie de resaca
dominguera que me mantenga un poco ausente mientras intento que otros resuelvan lo que yo he venido a hacer. Pero me puede la vagancia,
el calor y la necesidad permanecer sentada sobre los faldones de la chaqueta de
lino para que alguien, si tiene valor, cuando me levante con la ropa hecha un cristo
me diga aquello de que la arruga es bella.
lunes, 13 de junio de 2022
EN UN PLIS
Empezar el libro por la última página. Beber el café con hielo en invierno e hirviendo en verano. Leer a Borges dentro de una bañera medio vacía. Apagar las colillas en un bote de yogur vacío y prometer que será el último sabiendo que no hay yogurt que cien años dure. Mirar al vacío mientras el agua del baño se enfría. Contar hasta seiscientos cincuenta y tres. Ni uno más, ni uno menos. Imaginar la vida sin intereses ni inflación. Acariciarse el pubis con la banda sonora adecuada. Desechar la toalla y dejar que el agua lo encharque todo. Aplastar las cápsulas de un blíster vacío y tararear. Dejar una nota escrita en un trozo de papel higiénico como extravagancia dominical. Escuchar su voz. Desear que nada cambie para que todo siga teniendo sentido.
domingo, 5 de junio de 2022
O SÍ, MIL VECES SÍ, YO QUÉ SÉ
Me quedo en que Ingrid ha llegado conduciendo su furgoneta hasta la frontera donde termina la cobertura de la tarjeta sanitaria europea. De ahí en adelante lo que le pase ya es cosa mía, y puedo decidir lo que me de la gana, lo que le pase por la cabeza, tanto si decide que seguir orinando en un cubo de plástico es un asco y lo que necesita es irse a unos grandes almacenes y gastarse un pastizal en algo bonito; como si decide que no hay mayor libertad que transitar de estación de servicio en estación de servicio en busca de la nada. Pero Ingrid es ese personaje al que, a sus cincuenta años y unos cuernos de impresión, la vida cómoda le resbala, pero solo un rato. La mediana edad a veces es un tanto extraña porque se mezclan las ganas melancólicas de improvisación con la necesidad de reconocer que la cuesta abajo ha empezado y que mear en un bote, salvo que sea estricta necesidad, es una ruina absoluta. Algunas cosas resbalan más que otras y el futuro se mira con el recelo del que lo tiene encima. Quiero pensar que Ingrid, después de soltar el lastre que conlleva toda ruptura, pudo volver a un apartamento de cuatro paredes que le permitieran seguir siendo libre sin la necesidad de deshacerse del papel higiénico en el contenedor al que se supone que debe de ir todo lo que uno no sabe demasiado bien a dónde va. No sentí ninguna simpatía por Ingrid. Ni siquiera en ese momento loco en el que pensó que cepillarse a un compañero de trabajo, alcoholizado y vacilón, podía compensar el vacío y la sensación de caída libre en el que la dejó que su marido decidiera que la chispa de la vida tenía quince años menos, unas bragas no siempre limpias y un apartamento que acumulaba las tazas de café bajo la cama. La simpatía por Ingrid está en otro lado.
Pero la libertad es mía, al menos en este momento, y veo a Ingrid conduciendo su furgoneta, parando en la primera estación de servicio, comprando el Hola y colgando de ese trasto con ruedas el cartel de “Se vende” que pensó que la hacía libre y solo la convirtió en una caricatura de sí misma. Con el pelo limpio la vida se ve de otra manera.
domingo, 22 de mayo de 2022
SOMOS UN MOJÓN
La decisión sobre la edad que marca la
falta de responsabilidad penal por la comisión de un delito no es más que una
decisión política criminal. En este país está fijada en los catorce años de
edad. Sin embargo, desde un punto de vista social, incluso ético y moral, esas limitaciones
no encuentran fácil acomodo porque un menor, aun sin alcanzar la
mínima edad establecida para reclamar su responsabilidad, el alcance de los
hechos que comete activa, incluso pasivamente. Los niños saben distinguir lo
que está bien de lo que está mal.
A menudo, de discute sobre qué edad es
adecuada para el reconocimiento de determinados derechos. Y se discute mucho
sobre todo ello. Pero se discute muy poco, prácticamente nada, sobre las
obligaciones que esos mismos menores de edad, no siempre niños, pueden tener.
Se olvida con frecuencia que los derechos deben ir parejos a las obligaciones y
que el discurso perverso que ensalza unos y soslaya la existencia de las otras,
es perverso y aboca a la sociedad al fracaso. Las muestras las tenemos ya sobre
la mesa. Educar de una manera cívica debe partir del reconocimiento de ambas
cuestiones: los derechos y las obligaciones que son, en definitiva, las dos
caras de la misma moneda. Pero vivimos en unos tiempos de una constante
reivindicación del derecho y de la huida de la obligación y este panorama lo
estamos trasladando a los más jóvenes.
Tengo muchas dudas sobre la edad a partir
de la cual una persona no necesita ser asistida, acompañada, incluso en algunos
casos, tutelada en la toma de decisiones o en el ejercicio de sus derechos. Hay
decisiones que una vez tomadas no tienen vuelta atrás y sus consecuencias, para
bien o para mal, acompañarán durante largo tiempo y condicionarán de una manera
fundamental el futuro de aquella persona sobre la que recae incluso sobre su
propio entorno. En el mismo tablero de la duda, coloco la cuestión de la
responsabilidad, incluso penal, de los menores. Son demasiadas dudas que
precisan de un debate honesto y en profundidad para cambiar el paradigma
actual. Puede que el primer paso para un cambio verdaderamente fundamenta,
esté en comprender que una sociedad fracasa cuando no se cuestiona la
idoneidad de un sistema que se ha mostrado nefasto en la salvaguarda de la
educación y valores sus jóvenes; que fracasa cuando da por buenos
comportamientos inaceptables pero que se admiten en función del color político
que se posiciona junto a ellos. Como sociedad somos un mojón y, hoy por
hoy, no hay visos de que la cosa vaya a mejorar.
viernes, 13 de mayo de 2022
EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA, A MANO MENOS
Desde
que el ordenador se impuso al bolígrafo y el papel, la letra de la gente se ha
estropeado una barbaridad. Las clases de caligrafía no existen y los cuadernos
Rubio han quedado enterrados en el subconsciente de los que fuimos a la escuela
cuando aún se salía a las seis y en verano existían los deberes que quemaban
como el sol de agosto. He intentado recuperar unas notas de trabajo que tomé de
mala manera. Sigo perpleja frente al folio intentando descifrar mi propia letra
que aun no comprendo en qué momento se transformó en delirio de curvas
convertidas en un sindiós que me deja estupefacta. Escribir con buena letra era
casi una obligación pero hoy es una de las muchas cosas que se van perdiendo.
El teclado ha ganado la partida y nosotros, como idiotas, estamos dejando
perder la posibilidad de comunicar y relacionarnos mediante el trazo personal
de la escritura a mano. Una pena.
domingo, 1 de mayo de 2022
INEXACTO
Quieres frenar la caída
con una pirueta en mita del aire,
el pie no alcanza el
suelo y la memoria olvida.
Cuentas hasta tres y te preguntas qué es lo siguiente.
Vuelves a contar y
olvidas la de veces que volviste atrás.
No hay cuenta que valga.
Los números se descuadran en una locura de inexactitud abismal.
domingo, 24 de abril de 2022
ABRIL
* Leí que, en una ocasión, cuando le preguntaron a Tolstoi por cómo iba la novela que andaba escribiendo y que no terminaba de entregar nunca, solo pudo decir “Ana Karenina se fue”. ¿Cuántas Kareninas andan a la fuga? La inspiración no siempre es para el que se la trabaja, o puede que sí, yo qué sé.
* Abril deja cuatro ideas apuntaladas y unas cuantas imágenes que más pronto que tarde sé que olvidaré porque, aunque ahora las anote como algo relevante, no volveré a ellas y se difuminaran hasta desaparecer. Polvo de la nada que a la nada vuelve. Nadie me ha robado el mes de abril, pero ojalá lo hubieran hecho.
domingo, 3 de abril de 2022
MAREA
No existe semana en la que no recordemos hechos, casi siempre luctuosos, que han pasado en algún momento del que se estima es la vida del ciudadano medio. El día en que un avión se estrelló contra las torres gemelas; el día que reventaron los trenes en Madrid; el día que le descerrajaron un tiro en la cabeza a Miguel Angel Blanco; el día que Filomena dejó a Madrid encerrada entre nieve y descontrol. Ni un solo día durante el que no podamos recordar algo tremendo que durante semanas nos tuvo el pensamiento ocupado, el ánimo decaído y la sensación de que el mundo dejaba de ser lo que era para ser otra cosa distinta, casi siempre peor.
En los dos últimos años acumulamos sucesos que nos recuerdan que somos mínimos, insignificantes. Seres enanos arrastrados por el barro de los acontecimientos. Una pandemia que mata, pero que ahora ya poco, según dicen; un volcán que sepulta la vida de unos cuantos y hemos olvidado; y una guerra que nos desveló una madrugada de invierno y hasta ayer parecía imposible. Europa se llena de muertos y son los nuestros. ¿Quién lo iba a decir? En el siglo XXI se mata como siempre, llevando a cabo carnicerías que superan la razón y el estómago de cualquiera que se considere un ser humano. ¿Dónde estabas cuando llegó el horror? Creo recordar los lugares en los que me encontraba cuando pasó cada una de las cosas que menciono. Pero el tiempo corre muy rápido, a veces tanto que es imposible que los recuerdos se fijen de una manera clara y terminan desvaneciéndose poco a poco, confundidos entre las cosas de otros que nos cometan, que nos dicen, y que hacemos nuestras sin que lo fueran. Imágenes desvaídas de una realidad que olvidamos a la misma velocidad que el chasquido de dedos.
La pregunta equivocada: ¿Quién nos iba a decir que el mundo reventaría de nuevo? Nunca ha dejado de hacerlo. Nos confiamos, nos acomodamos y terminamos por embrutecernos bajo la apariencia de una civilización prospera, sin darnos cuenta que hay mareas que reculan para avanzar y ahogar sin clemencia alguna. Dejamos que la maldad siguiera campando a sus anchas y ahora, con nuestra propia miseria a cuestas, no nos queda otra que intentar no olvidar quien somos y qué es lo que queremos.